sábado, 24 de noviembre de 2012

Hora de la merienda.


Tan sólo mira a aquel niño, tan gordo que no se puede saber dónde le acaba la cara y dónde le inicia la panza, tiene qué caminar dando pasos de pingüino mientras busca a su mamá, más gorda aún, mujer ruín, despreciable, asquerosa, jamón andante, qué buen trabajo ha hecho, la grasita siempre es lo más bueno, o aquel, ya se le alcanzan a ver los huesos, pero mírale el color de las mejillas, qué color, qué brillo en el pelo, sano como una verdurita, con un poco de sal seguro queda...

¿Pero por qué pones esa cara? ¿Acaso dije algo malo? ¡Pero bueno, creo que no te había observado bien! Estos lentes se me ensucian a veces, yo ni me doy cuenta, me juegan trucos, ¿Sabes? Tú eres sólo una pequeña, una niñita, no me lo tomes a mal, me gusta hacer bromas. No lo entenderías, eres tan joven, tan tiernita, piel canela, panecito en dulce, bizcochito, ven, no temas, no te me pongas nerviosa, vamos a mi cocina, habrá que poner a hervir el agua, vamos a hacer un té...

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