jueves, 30 de agosto de 2012

LA LUZ


La luz es un concepto que para ser descrito, se necesitan de más conceptos, la luz siempre significa energía; La Física describe a la luz como radiación electromagnética que puede ser captada por el ojo humano. En Química, la luz es la radiación que se mueve en ondas y se propaga a través del vacío, la luz es la velocidad máxima del universo, nada es más rápido que ella.

Sólo una pequeña parte de la luz es visible por el ser humano, vibra en una frecuencia específica que se sintoniza con la del ser humano y su maquinaria orgánica. La luz para el ser humano siempre significa blanco; el blanco para la psicología representa paz, tranquilidad, libertad, porque cuando nosotros imaginamos blanco, un sentimiento provocado por el organismo invade nuestro cuerpo y nos relaja.

La luz siempre significa claro, cuando despertamos y abrimos los ojos, la luz inunda nuestra mente y nos reanima, somos capaces de distinguir, aun cuando estamos a oscuras. Pero la claridad no sólo es externa, sino también interna, ¿cuántas veces no nos sentimos iluminados de la cabeza? ¿Cuántas veces no tenemos una idea? Cuando es a las dos de la mañana se le llama inspiración. Siempre somos capaces de pensar más claro, con luz, porque nos relaja y nos concentra.

La luz nos vibra, nos vibra en varias frecuencias, ¿qué tal las luces neón, o los rayos láser? Que tal este tipo de luces en una oscuridad azulosa. ¿Y la luz de las velas? Esa luz cálida y romántica, porque cuando está a oscuras, sólo alcanza para dos personas. Yo en lo personal, amo la luz del sol, es una luz que nos ánima, que envuelve, que quema, pero si le agregamos playa, se convierte en una luz divertida, necesaria, alegre.

Las vibraciones que nos produce estar en contacto con cualquier tipo de luz, propaga energía; esta energía puede ser interpretada por el cuerpo como emociones, entonces también la presencia o ausencia de luz también son sentimientos. El estado emocional, mental y corporal nos permite vibrar de cierta manera y ser receptivos con la luz, gozar de la clarividencia es ser sensible a otro tipo de luz y sus frecuencias.

La sensibilidad a la luz es una forma de experimentar con el espíritu, de hecho el espíritu o aura, pueden ser medidos con fotografías que captan otro tipo de radiaciones energéticas de luz, que provienen de centro energético del cuerpo. Las interpretaciones de los colores captados en las fotografías nos hablan de la personalidad, a grandes rasgos, del comportamiento del ser humano. La meditación propone que podemos alinear nuestras chacras y permitir que “la luz fluya a través de nosotros”, y así alcanzar una vida espiritual plena.

La luz también es una clasificación espiritual, que algunas disciplinas asocian con ángeles basados en cálculos números que describen predisposiciones astrológicas, según el día, mes y año que naciste, siendo 6 la luz completa. Refuerzan estas afirmaciones con rasgos de personalidad e inclinaciones mentales, cuestiones que se pueden leer en la cara, la postura, la textura de la piel, la forma del cabello y la sensación que causas en una primera impresión, la forma en la que se expresa tu cuerpo.

Yo asocio esta descripción con dos términos Freudianos “Eros y Tánatos” donde Eros es luz y Tánatos oscuridad. Freud decía que los Eros tendían a la pulsión vida, creación, creatividad, sexualidad, alimentación y protección, ayuda comunitaria; los Tánatos tendían a la pulsión de muerte, de oscuridad, descendían al su inframundo, son personas más bien cerradas, mentales, introspectivas, más bien espías al asecho, decididas.

Los Eros, son personas que siempre tienen sueños, que siempre tienen planes, que siempre fantasean, porque están siempre creando. Pueden ser personas que sonrían y se les ilumine la cara, que les brillen los ojos, que sean rubias o muy bronceadas, como si guardaran la luz del sol en la piel o sobre el cabello. 

Los Tánatos, son más bien oscuros, blancos y pálidos de piel, pero con cabello oscuro, siempre lucen bien con negro, son personas que tienen tendencias autodestructivas como comerse las uñas, problemas de piel; por lo general siempre tienen una opinión y son personas más analíticas, y decididas; sus experiencias de vida siempre están relacionadas con muerte o pérdida. 

Las personas que trascienden su Tánatos adoptan actitudes Eros, como meditar, llenan su interior de luz, exploran ideas, se atreven a caminar fuera de la oscuridad mental, por lo regular, son personas sin prejuicios, que tienen una visión sobre la vida más revolucionada. 

Tal vez por eso se diga que hay personas grises, equis, que no alcanzan la plenitud de ninguna parte. Los Eros lucha por controlar esa luz irradiante y descontrolada, sentimental y clara. Los Tánatos son atraídos por la luz, algunos la alcanzan y le sobre pasan. La luz, la siempre significa vida, por eso he dado “a luz” este texto.

martes, 28 de agosto de 2012

Oscuridad


¿Sabes Nuria? No sé por qué te asustas tanto. Es solo un apagón. Ocurren a cada rato. Solo ve por unas velas. Aunque no veo el punto, mejor ven, anda, abrázame. No tengas miedo, cierra los ojos y piensa en esto: algunas de las mejores cosas ocurren a oscuras. Cuando me besas lo haces con los ojos cerrados, apretar los parpados hasta no ver es estar a oscuras; cuando duermes lo haces a oscuras; cuando ves una película la sala de cine esta  negra, salvo por alguna repentina escena luminosa que proyecta su luz hacia las butacas y de pronto deja ver algunos labios reencontrándose en lo que creía la seguridad de la penumbra; cuando disfrutas una melodía, cierras los ojos  y escuchas; cuando lloras debajo de las cobijas no hay luz (Llorar también es un placer ¿No crees?). El no ver, aumenta las sensaciones: el oído, el tacto, el gusto, el olfato. Su único enemigo es la vista  pues en realidad la oscuridad es amiga del cuerpo.

Pero bueno, descuida, en cualquier momento volverá la electriciad y podrás estar tranquila, sentirte segura de nuevo. Además no está tan oscuro, solo falta que tus ojos se acostumbren un poco. ¿Salimos a dar un paseo en lo que vuelve? Olvídalo, parece que se fue en toda la cuadra. ¿Te cuento una historia? ¿No? Está bien, de cualquier manera no tenía una buena. Pero no tiembles, abrázame mas fuerte, anda. Mira, no pasa nada ¿Ok? Ya vendrá la luz. Ya volverá.

Cuando Dios hizo el universo ¿Qué había? Nada, negrura. Dijo “Hágase la luz” pero nunca hizo la oscuridad, o sea que la oscuridad ya estaba hecha. Cuando cerramos los ojos, cuando morimos, cuando todo es negro, regresamos a los orígenes del universo, del alma. En realidad la luz no existe, solo la oscuridad. Siempre he creído que la luz solo es, en realidad, la ausencia de oscuridad. Y no al revés.

Ven, dame tu mano. Te acuerdas cuando te dije que te amaba por primera vez, la luna brillaba y, no sé, me sentí protegido por la noche y ese impulso primitivo de la necesidad de ti (el origen, la pasión) me asaltó, y te dije. Y cerraste los ojos mientras sonreías y tu corazón palpito más rápido, igual que el mío. Y no respondiste nada, pero con la sonrisa y el beso que me diste lo entendí todo. Y abrimos los ojos y regresamos del mundo extraño al que nos fuimos y volvimos a la tierra, donde del recuerdo de ese lejano y bello mundo oscuro de ojos cerrados y labios entreabiertos, aun permanecía entre nuestros dientes. ¿Ves? La oscuridad no es tan mala. Se ama mejor a oscuras. El amor está hecho para la lobreguez.

Mírame con tus manos, en lo que vuelve la luz. Me gusta recorrer tu rostro con las mías. Tapar tus poros al tacto de mis yemas, sentir tus cejas, tus pestañas, y sorprenderte con un rápido beso en un pómulo. Ámame, rápido, antes de que vuelva la luz. Ámame deprisa, que cuando la luz regrese no será lo mismo, no sentiremos igual, no sabremos igual, no oiremos igual, no oleremos igual. Ámame pronto, que si el foco se prende, perderemos el amor. Cómo me gusta que se vaya la luz, y que no nos demos cuenta de que vuelve sino hasta minutos después, cuando finalmente abrimos los ojos. Mira, ya regresa. Te lo dije.



Abro los ojos. La luz está ahí, pero la sala esta vacía. El cuarto, solo. La cocina deshabitada. La luz está ahí, pero la casa está como ausente. Quizás me gusta la oscuridad porque hace tiempo que te has ido y solo te puedo ver en la oscuridad, cuando cierro los ojos. Quizá. Pero al sentir la luz, al abrir los parpados, la soledad, la verdad, la realidad, el presente (no los orígenes), la ausencia, agolpan y se me vienen encima como una erupción volcánica, y relámpagos de todo ello caen sobre mi cuerpo y me queman. La luz me quema. Sé que no falta mucho tiempo para que el dolor comience a asustarme y odie tu recuerdo, y que entonces me aterre la oscuridad, que engendró a la luz, y la piense aborrecible  porque hace tiempo que te has ido y, cuando cierro los ojos, te veo en la oscuridad.



lunes, 27 de agosto de 2012


La Ciudad



Mi némesis es esta ciudad. Cualquier ciudad.

Sus calles, sus autos y su aire. No es rencor u odio. Es sólo que siempre he preferido, desde pequeño, los lugares alejados de las grandes urbes. Lejos de las grandes manchas de concreto. San Luis es bella, es como una dama arreglada para la noche y algo desaliñada por la mañana. Siempre es más bello para mí el San Luis nocturno y misterioso, sus vampiros deambulando en busca de cariño. Pero me atraen más la humedad de la tierra suelta llena de hojarasca y la sequedad del desierto; a diferencia de nuestros parques, me gusta ver árboles sin arreglo alguno, sin alineamiento, aleatorios como la vida.

La primera vez que salí al exterior, fuera de esta colmena humana, me sorprendí ver otra cosa que no fueran casas, puentes, negocios y edificios altos. Mis ojos se asombraban de ver cómo los árboles y el paisaje cambiaban en ruta de San Luis a Michoacán; me maravilló el extenso desierto altiplano, el bajío, el centro y el sur. Sobre todo despertaba en mi un sentimiento de espanto y reverencia por la naturaleza cada vez que llovía con furia sobre la enorme laguna de Pátzcuaro. El simple olor de tantos árboles, tanta vegetación, tanto verde irritaba al principio mi olfato, acostumbrado al humo y la contaminación.

Pero tiempo después, la canción de tantas aves y todo aquel polvo esmeralda cubriendo la tierra me ganó, me ganó para siempre. Y el desierto no es menos bello: su quietud y la antigüedad que despide no se pueden comparar. Es tan solemne y vasto como el mar, y puede ser igual de cruel cuando no se le sabe tratar. Sus vientos rugen y con ellos carga el polvo de milenios y huesos. El mar, la montaña, el pantano y la pradera, no se diga más.

Entonces regresé.

Tenía 12 años y volver a la mancha de San Luis, incluso desde antes, a la de la ciudad de Morelia, aunque muy bella, significó para mi un golpe de tristeza que aun me hace sentir un gran vacío que sólo la nostalgia puede intentar llenar. Cambié las canoas por autos, la espuma del lago por humo, y el verde del bosque por el gris del cemento. El ruido, después de regresar a la ciudad es quizás el peor y más en el centro de cualquier ciudad. Sí hay aves, pero más que nada palomas. Sí hay árboles, pero a penas sobreviven.

Y a pesar de que la mano del ser humano alcanza actualmente casi cada rincón del mundo, la Luna y Marte, mi corazón añora siempre aquellos lugares donde nuestra presencia no sea tan necia, donde no sintamos la necesidad de asfixiar la tierra con más concreto, de querer dominar los arroyos para entubarlos, de arrebatarle a los árboles su espacio sólo porque se negaron a crecer sus raíces bajo las banquetas.

Por eso San Luis y toda ciudad es mi némesis: es mi Magneto, es mi Guasón, es mi correcaminos y mi Lex Luthor; porque a veces la odio y a veces la amo, porque por más que la odie no puedo matarla ni dejarla a su suerte, porque a veces es bella y me hace preguntar ¿por qué no puedo dejarla? Y otras veces pienso que así como las abejas son para su colmena, así nosotros los humanos somos para La Ciudad: con su reina en el centro rodeada de zánganos alimentados por las abejas obreras, creciendo a lo largo y lo ancho por años. Y quizás este sea nuestro destino, crecer y crecer hasta devorar La Tierra.


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viernes, 24 de agosto de 2012

Némesis: Cuarto Oscuro

Aún no podía digerir la hazaña de haberme acostado con semejante personaje, aún no, ni caminando una noche de verano, sin lluvia; pensaba y repasaba mentalmente, para mí, cada detalle de su cuerpo, sus nalgas peludas y sus piernas de acero, el sabor de su miembro, aún las ganas me remojaban la boca y seguía lamiéndome las comisuras de la boca, cuando me detienen << IFE, por favor >>.

Entre a un lugar de fachada modesta, -este lugar tiene una fama interesante- arrastrado por el morbo decidí visitarlo, justo después de pasar la revisión obligatoria, en un letrero electrónico de luces leds circulaba un curioso mensaje: “Deja tu celular en guardarropa, cuida tus pertenencias, protégete”. Sin pensarlo, así lo hice, apague mi equipo celular, lo eché en un cierre secreto de la chamarra de piel que me quite de inmediato y me introduje en un lugar angosto, de barras serpentinas, apenas anchas para el diámetro de una cerveza, los puntos del disparador láser alumbraban las pantallas con películas pornográficas.

No pude evitar clavar la vista en la pantalla plana más grande que tenía frente de mí, dos hombres musculosos estaban en un taller mecánico, se arrimaban la herramienta y se chupaban los pezones, - ¡Qué rico! – pedí una cerveza en la barra y me senté a observar el mete y saca, era demasiado excitante ver como el pelón velludo le hacía una mamada al tatuado musculoso al ritmo del israelí Offer Nissim.

Había muy poco que ver, algunas personas, algún cincuentón sobándose la pinga en un rincón, los cantineros, un joven solitario y el dj. El resto de la gente llegaba lentamente, busque un buen lugar para observar el show, el centro de la barra. Iba en la segunda cerveza cuando las películas porno se detuvieron, empezó algún collage de imágenes de los cuerpos más sobresalientes de los deportistas olímpicos 2012, de repente, descubrimos que era la introducción al primer encueratriz de la noche, un chico de piel clara, amarillenta y calzones negros, ojos rasgados y pectorales cuadrados, grandes, con unos pezones redondos y justos.

Al subir a la barra, se puso a bailar, su erección se notaba demasiado, un poco falsa, pero poseía buena anatomía, era seductor, pícaro, giñaba sus ojos al público poco animado, aletargado; movía sus caderas de manera cadenciosa, se desplazaba de manera ágil a lo largo de la barra, movía sus musculosas piernas rítmicamente, se tomaba el paquete y lo ofrecía, señalaba aquí y allá. Guiñaba el ojo y sonreía. Había llamado nuestra atención.

Entonces en la segunda canción, nos dio la espalda, se miraba a así mismo en espejo que completaba una escena del infierno pintada en la pared, con ángeles caídos, hombres desnudos, erectos; demonios de  las cavernas. Se tomaba de las caderas y nos enseñaba las nalgas, era una persona atrevida, sus ojos rasgados le daban un toque místico, exótico; estaba a punto de conquistar al grupo que no estaba hipnotizado.

Lentamente se bajo los calzones y nos mostraba la piel de su cadera, sus músculos se notaban completos, no poseía mucha grasa muscular, su piel era pálida y lisa, limpia; los puntos láser se le clavaban como tatuajes a su cuerpo, sonreía, disfrutaba estar arriba y ser objeto de morbo, la gente se juntaba en la barra, quería tocarlo; él nos seducía, se agachaba, se volteaba y movía las nalgas de una manera sensual. Se para la música, se bajan las luces y de espaldas al público se baja completamente el bóxer, nos enseña el culo, todos lo mirábamos.

-¡Capen!- se escuchó.

Al voltear, su tremenda erección perdía un poco de fuerza pero se mantenía erguida, se contoneaba y golpeaba sus piernas, de un lado a otro, un mástil, con bella forma, se te antojaba cualquier tipo de cosa en esa persona. Se agacha y se la ofrece a uno, su verga golpea su cara, se sonroja, regresa al centro de la barra y para terminar su número, se quita el condón que le aglutinaba la sangre y empieza a desinflarse. De un brinco se baja, dice adiós con una mano. Al retirarse se movían sus nalgas, entre el humo.

La música vuelve a subir de volumen, después de la cuarta cerveza, voy al baño, pero al entrar me llevé una sorpresa, era un cuarto oscuro, repleto de hombres, no supe a qué hora llegaron, pero estaban listos, algunos ya coqueteaban entre ellos. Regresé a mi ligar, caliente, pero estaba ocupado por un joven, maduro, era libanes, sus facciones lo delataban.

En la barra había ya otros dos hombres bailando, me había tomado tiempo salir del baño. Pase derecho hasta encontrar unas escaleras, arriba había un cuarto de lado de un letrero: “camerino”. Pensé mal y dije << Es ahí, donde se dan los privados >>. Entré muy confiado de encontrar algo más entretenido, pero veo un montón de hombres fumando a oscuras, viendo una película porno. Se abre la puerta atrás mío, y entra el primer stripper frotándose las manos, en bóxer.

Le invito un cigarro y lo enciende conmigo, sin hablar lo estudie detenidamente, él sonreía. Le pregunté que si hacían privados, él contestó que no se permite eso, no podían aceptar privados. Pensé: << ¿Y qué tal salir juntos del antro? >>, no lo dije, sólo lo miraba.

-Bailas muy bien, allá arriba, eres guapo y tienes buen cuerpo- sonreí.

Se fue, dijo que tenía que hacer un show todavía, en un rato, se despidió, <<Nos vemos en un rato>>. Terminé el cigarro, lento. Concentré la mirada en la película al fondo, y las piernas de actor me recordaron las del futbolista, se me prendió la pinga. Salir directo a la barra y pedí otra cerveza, quién sabe cual era. Volví al centro de la barra y me incorporé al número, que estaba acabando.

La gente ahí no baila nada, todos están parados, bebiendo, mirando, el trato es muy frío, pero el ambiente caliente, regresé al baño y de entrada un chico en plena mamando a otro, a dos manos. Estaba congestionado, entonces me estacioné en un sitio, viendo pasar. A mi lado estaban dos hombres altos, uno corpulento otro más bien marcado, flaco; por detrás un mano que me rosa las nalgas y por delante otra me toca la entrepierna. Con los brazos me levanté la playera.

Uno me desabrochaba el cinturón y otro me lamía el dorso, uno me la sacaba y el otro me acariciaba. Calentamos un poco, pero se arrepintieron, todavía era temprano. Justo enfrente de nosotros los chicos que estaban antes en la entrada, estaban teniendo un orgasmo exprés. Mientras uno se la metía toda, el otro inhalaba de un frasco café, fue tan intenso y excitante verlos ahí, en el centro, gozando. Todos queríamos también. Las cosas se iban calentando a fuego lento, por las tinieblas se veían fogonazos de calentura. Muy pocos hacían del baño, pero todos se detenían.

Salí a la barra y pedí otra cerveza, estaba muy excitado, hoy cualquier cosa podría pasar, lo que fuera, con quien fuera, salgo y descubro a mi gigoló en bailando, sin ropa, le estiro la mano y se acerca, se agacha y me dice << ¿La quieres? >> Cuando me la pone en la mano, la tenté y estaba firme, la estrujé y se puso dura, con la cabeza asentaba, “sí” de arriba abajo con una sonrisa. Se para y me mueve las nalgas.

Observo cómo termina el número, pero estaba vez no se despide, sale corriendo al camerino, justo a la entrada buscó mi mirada y me hizo una seña: << Espérame >>. Terminé mi cerveza y pedí un tequila derecho, lo tomé de un trago y un golpe en la mesa, regresé al baño. Entré esta vez sin playera, con el cinturón abierto con una cosa en la mente, ¿qué tal un rapidito? Claro que sí; me estacioné en el mismo lugar o cerca, ahí estaba mi suerte, nadie se acercaba, cuando veo un tumulto en lo más oscuro.

Era un orgía, todos estaban tomados de otros dos, no sabía cómo; bocas, manos, piernas, nalgas, manos y más manos, se entrelazaban sincronizados. Uno más no vendría mal, y me acerque envalentonado, me colé entre dos de los cuales no recuerdo sus caras o la forma de sus cuerpos, era un espacio vacío, de probabilidades inmensas. Estaba a punto de venirme entre el toqueteo y me arrepentí, la noche todavía no moría.

Fui al mingitorio a orinar la excitación, sonreía mientras miraba el techo. Salí del baño y al fondo, veo una mano arriba, había pocas personas en el lugar. Estaba vestido, me pareció más flaco pero igual de cachondo. – Me llamo Manuel ¿y tú? – Soy Némesis dije y se carcajeo. Pensó que le mentía, no me importó. Se sorbió un varo de agua entero, con un tiro de cabeza me insinúa que si nos vamos.

Recogí mi chamarra, todavía olía a fragancia, salgo del lugar y Manuel me está esperando en un taxi, con la puerta abierta. Subo al auto y nos besamos, el taxi se arranca.

Terrífico

El mio, mi némesis, se presenta en modo de sueño, o pesadilla, mitad sueño y mitad pesadilla en dónde una parvada de cuervos se convierte en una gran masa gigante de plastilina y a su vez ésta se convierte en gelatina, para que al caer al suelo se estampe como mantequilla y me haga resbalar sobre la superficie. La verdad es que desconozco cualquier significado posible de este sueño, algunas veces la plastilina cae sobre mi, en otras los cuervos atraviesan mi cuerpo y en otras quedo dentro de la gelatina. Desde la infancia es el mismo sueño.

Mis memorias me dicen que en la infancia mi némesis fueron los perros, esto a causa de uno, uno sólo, era blanco con una mancha enorme que cubría su ojo y oreja de su lado izquierdo, corría tras de mí teniendo yo 6 años por una calle de edificios enormes (en ese entonces lo eran), con bloques en el suelo que salían a desnivel y al final, el perro me acorralo hasta dónde la calle se convertía en una valla que daba hacía un parque de juegos. Aunque bueno, cuando mi madre cuenta la anécdota dice que no era para tanto, o que no era para traumarme, «ella qué sabe, si no está en mi situación».

Ahora después de 15 años nada cambia, el mismo sueño y los perros siguen estando, ahora tengo barbas y bigotes, tengo entradas en el cabello que dejan ver mis años, mas sin embargo cuando miro al espejo sólo veo una cara ajena, con ojeras de tanto trabajo en la oficina, vellos en partes insospechadas, arrugas que no son de alegría y mi marca de nacimiento en mi mejilla izquierda, y muy al fondo sigo viendo a aquel pequeño yo de seis años corriendo por la calle con un perro detrás.

Aveces me levanto con gran sobresalto del sueño, como si al levantarme así pudiera ver la realidad de ese sueño, el miedo y la angustia materializados, pero nunca sucede, sólo me veo a mi con las mismas ojeras y los mismo años. Yo, soy todo y soy nada, soy el sueño y el recuerdo.

lunes, 20 de agosto de 2012

Rosa

Te mira a través de la mesa; tú, plato, vaso, florero, vaso, plato, él. De pronto voltea a ver a Rosa y le dice una broma que la hace reír a carcajadas, sostenerse un poco del mantel, y echar la cabeza hacia atrás mientas su lengua se pega a sus dientes y emite un sonido fresco, como de cerezos. Carajo, como no se te ocurrió decir eso a ti, sos lento, sos idiota, no naciste para esto. Mientras ella ríe, él te mira nuevamente y sonríe torcidamente y poco a poco acerca su mano hacia el hombro de Rosa, lo acaricia y tú, medio enojado, tomas la mano de Rosa por encima de la mesa, para que le quede claro que es tu chica, para que le quede claro que si está sentado en tu mesa no es sino por que los invitaron a la misma fiesta y coincidieron por alguna broma cruel y cínica del azar.
Idiota, ni que no supieras lo mucho que le gusta Rosa, que él fue el que escribió hace años, en los baños del colegio, obscenidades, deseos y sueños sobre ella, los cuales de pronto se convierten en tus pesadillas. Y ahora la hace reír. Y ahora ríen ambos, ahora ríen las 5 personas de la mesa circular, menos tú, que con toda la seriedad piensas en que la broma que contó no era tan buena, cómo pueden reírse de semejante pavada (te cae mal, todo lo que dice es estúpido). Tomas a Rosa de la mano. Y la invitas afuera, a tomar aire, dices. Más de rato, estamos pasándolo bien, responde mirando a los demás de la mesa, sobre todo a él y ellos asienten, y dicen Si Govea, esperá, van de rato. Y te sales solo, dejándola a merced de todo peligro, qué idiotez hombre, qué hombre... qué idiota... tú, él, todos, el mundo.
Afuera el aire es menos denso, no hay humo de cigarro flotando por todos lados, y la luna esta despejada, ah, que tranquilidad, que buena noche para quedarte en tu casa viendo una película con Rosa, abrazados, sin preocupaciones, sin idiotas, sin tipos intentando conquistar a tu mujer en tus narices y sin ingenuidades de parte de la susodicha, que luego en la noche dirá Qué, no me di cuenta, a poco me tiraba el perro, no claro que no, así es él con todas, sos muy celosito Govea, nomas estás inventado cosas, estás loco, loquito, guapito, venga dame un beso. Y de idiota lo vas a aceptar, de idiota le darás el beso y todo quedara en el pasado, en el cajón de sugerencias inatendidas; y en un segundo, en un beso, será tarde para aclarar las cosas.
Adentro suena la música, te das cuenta poco después. Entras. Te mira a través de la pista; mesa, pasto, piso, pareja, Rosa, él con su mano en la cintura de ella, dando vueltas al compás de una canción alegre. Que si les dejas respirar un poco de pronto cambian de aire, dicen. Rosa, la ingenuidad andante. Una chica alguna vez te dijo Cuando le gustamos a alguien lo sabemos, pero a veces nos hacemos tontas. Tonta tonta Rosa gira y gira y tú te sientas en tu silla, la mesa esta vacía porque los demás bailan junto a la pareja donde alguien te suplanta, y debería ser tu mano en su cintura, tu mirada en sus ojos, tu pierna explorando con el tacto su vestido suave. Le das un sorbo rápido a una cerveza mientras te paras, para quitarle el placer al patético hombrecillo (dijo Strickland) y a tu ingenua mujer (claro, eso es, ingenuidad, ignorancia, pobrecita, ella no sabe, nada, nada, nada, tonta tonta Rosa).
La verdad es que Rosa siempre ha sido un problema, no se guarda las miradas coquetas a otros hombres, y se sonroja cuando un hombre la mira lascivamente, piensas mientras te acercas a ella y le tiendes la mano, y le haces a él una pequeña seña de Permiteme. Te mira algo molesto. Hace unos segundos parecía disfrutar el momento. Al final, mientras bailan y le hablas a Rosa al oído, sonríes y piensas que él no es tan mala persona, no es un idiota, no es su culpa, Rosa es una chica atractiva. A veces te da por pensar que si no fuera por las mujeres, todos los hombres vivirían en paz.

Alejandro Govea

Némesis.

Némesis.


Ella tan sólo intentaba limpiarse el semen de las mejillas, antes de que se le mezclara con las lágrimas. Yo le seguí gritando, no era para menos. No es que no fuera consiente del escándalo que estaba provocando o de lo metiches que eran los vecinos, sino que en cierta manera ya me sentía bien jodido y no importaba más nada. La poca luz que había en mi vida rápidamente se había vuelto una masa oscura e impenetrable, como si hubiese sido una antorcha con la que alumbraba mi camino y, de pronto, no tuviera más que una pared de humo rígido que me bloqueaba el paso.

Entonces grité. Le dije que era una idiota, la amenacé con hacerle lo mismo que ella hizo. Se merecía algo peor. La angustia en sus ojos era a todas luces real, pero no me conmovió. Le di una bofetada. Le di otra, para sentir su piel magullándose. Otra más para sentir cómo los músculos de su cara se aplastaban contra mi mano. Y ahora porque quería sentir la sangre salpicándome a mí, y ahora salpicándolo todo, regándose por ambos cuerpos desnudos, el suyo y el de él.

Poco antes del amanecer detuve el auto. Lo dejé al borde del río, ya iluminado por una triste y débil luz azul grisácea. Tan pronto como pude, dejé que los tres cuerpos fueran llevados por la corriente: mi esposa, la zorra infiel, un bulto irreconocible de carne y huesos; mi amante, aún con marcas de manos femeninas alrededor del cuello y el pene rígido, en vergonzosa erección post mortem; finalmente el mío, el hombre vencido, traicionado, humillado hasta llegar al borde. El que se quitaba el velo de la cara para comprender que lo había provocado todo, convirtiéndose en su propio enemigo. Yo, el que ahora se dejaba conducir por el agua.

lunes, 13 de agosto de 2012

Némesis: La jaula callejera

Les presento a Némesis, una trilogía de tres cuentos, narrados por él mismo.


Verano, caminando por los alrededores me encontré con un salón de juegos, más bien una jaula callejera dónde se practica fútbol clandestino, un salón pequeño en comparación de una cancha semiprofesional, se oía el correr, de un lado a otro, de los doce jugadores, algunas mentadas de madre, resbalones y ¡un pitido! Era el fin del primer tiempo, los jugadores venían chorreados en sudor, alguno traía la cabeza abierta, le escurría sangre por el cabello y hasta el cuello.

Por una u otra razón me quedé hipnotizado viendo como los jugadores se secaban sus rostros o se aventaban agua sobre el cuerpo, algunos caminaban como locos, otros se acongojaban por el dolor de los golpes, no había reglas, las faltas estaban permitidas y premiadas; todos con sus pieles requemadas por el sol y las horas de juego, jóvenes de entre 18 a 25 años. No había ni uno guapo, todos estaban deformados por cicatrices, cortadas, costras, tristeza, pobreza y necesidad.

No podía quitarles los ojos de encima, no podía dejar de imaginar sus historias mientras corrían de regreso a la jaula, se hacían señas; el pitido los hizo entrar en acción. La fascinación me atrapaba y empujaba a verles correr detrás del balón, correr y correr, de un lado a otro, imantados por el esférico, se golpeaban, pateaban, corrían, gritaban y ¡Gol! Todos aplaudían.

Entonces había uno, moreno, alto, delgado, ajado, cuyas piernas estaban llenas de músculo, su joven cara apenas se veía detrás del sudor, traía una banda en el brazo derecho, creo era el capitán, un macho alfa, dominador de la manada, un grito suyo desencadena reacciones múltiples, todos está para él y él para sí mismo. Le respetan, estratega del gol, anotador estrella, jugador de uso rudo. Su uniforme blanquiazul está manchado de sangre, de esfuerzo, de sol.

De vuelta al juego, corre detrás del balón dominándolo, parece extensión de su voluntad, pero dos hombres, bastante más voluminoso lo siguen, se defiende, los burla, pero los hace enojar; lo acorralan en una esquina y lo embisten, el balón salé volando y lo retoma el equipo contrario, uno de ellos le regala una patada en la rodilla, se le escapa un lágrima de dolor y coraje, está incapacitado. ¡Tiempo fuera!

Sale cojo de la jaula enrejada, apenas cierran la puerta tras él entra otro, y un pitido retoma el juego, a pesar de su experiencia, no es indispensable; el entrenador le avienta una toalla y le dice, << vete de aquí >>. Su cara es un rictus de dolor permanente, enseña sólo la dentadura y frunce el ceño. Hacía mucho calor, yo empezaba a sudar, sin pensarlo me acerque a él, me quite la playera y con ella le seque la cara, se resistió un poco a la caricia, me miró retadoramente, le pasé un brazo por encima de hombro, << Vámonos de aquí >> le dije, << ya fue suficiente >>.

Sentía como escurría su sudor por toda mi piel, por mi pecho, espalda y manos, su cabello dejaba caer gotas olorosas que se evaporaban al contacto. << ¿Dónde vives? Te acompaño. >> Caminaba dando saltos, le destrozaron la rodilla, estaba en malas condiciones, me pidió descansar en un parque tirado en el pasto, cuando lo solté, se quito los zapatos y soltó un alarido fuerte, maldijo su fortuna y se soltó a llorar, su frustración era tanta que tuve que abrazarlo, atraído me sentía, extrañamente atraído. Su ropa estaba empapada, su piel morena se trasparentaba por la playera, alcanzaba a ver la silueta de sus interiores, sus piernas me causaban magnetismo, quería tocarlas. << Déjame ver tu rodilla >>.

Le toque rodilla y se crispó. << Tranquilo. >> Dócilmente dejo que observará, se veía hinchada, enrojecida. Le miré los ojos con preocupación y él devolvió la mirada tomándose el costado izquierdo, << ¿También te duele ahí? >> Le levanté la playera y encontré un cuerpo descuidado, de piel resistente, quemada. Le toqué con cuidado la zona lastimada, tenía raspones por el taco y las espinilleras del otro jugador << Malditos >> blasfemé y él me sonrío.

Vamos al doctor pensé, pero antes de articularlo dijo, << Nada de doctores, son muy caros, con un baño, comida y un sueño me repongo. >> Intentó ponerse de pie, me tomó por el hombro, caminamos tres dolorosos pasos. << No puedo llegar a casa así, mi madre me corre. >> Lo decía preocupado. ¿Qué hacer? Con tantas imposibilidades, se me ocurrió llevarlo a un hotel de paso.

En la recepción de un hotelito asqueroso, dónde imaginé no habría prejuicios por dos hombres, uno semidesnudo y el otro casi inconsciente por el dolor, sudando, se alarmaron porque no querían que fuera a morir ahí, traía muchos problemas con La Tira, la policía. << Tranquilos es sólo un esguince y mucho cansancio. >> Sólo ocuparíamos el baño y la cama para que él se durmiera.

Eso creía y seguía creyéndolo aún después de entrar a un cuarto de la planta baja, después le  dejé caer sobre la cama, y gritó. Creo que estaba exageraba, hasta que << No es la primera vez que madrean la rodilla, la tenía tocada >>, dijo. Le quité los zapatos y me preguntaba, ¿por qué estoy haciendo esto? Pero lo que más me intrigaba era ¿por qué también él? Le retiré los calcetines también, las espinilleras y me di cuenta que lo estaba desnudando.

Fui al baño por una toalla húmeda para su rodilla y lo encontré quitándose la ropa frente a mí, como si me tuviera mucha confianza, le puse la toalla sobre la rodilla extendida en la cama y me dijo << más caliente >>, se pasó la toalla por la frente y por el pecho, limpiándose el sudor del cuerpo, me extendió la mano con la toalla << por favor >>.

Regresé al baño y encendí las llaves de la regadera, esperé a que saliera vapor suficiente, mojé la toalla para regresársela; al voltear estaba detrás de mí; justo cuando las cosas parecían otra vez normales, recordaba que era un extraño, posiblemente peligroso, sin embargo estaba atraído hacia él. Algo me decía retrocede, sin embargo avanzaba.

Se recargo en la pared y me indicó que le bajara el resto del uniforme, como un zombie obedecía. El contacto era tan de cerca que estaba excitado, acerqué aun más mi cuerpo que aspiraba el olor de su impureza, de un tirón fuerte, intenté bajarle los calzones, pero una firmeza se atoraba como rama, tenía una erección muy fuerte, gruesa. Se apeno un poco y me retiró la mano.

Se metió al agua caliente y dejo que le calara un poco, abrió la boca y la lleno de agua, yo veía como el agua le recorría como cascadas piel abajo y la luz de la ventana se la encendía color marrón, bajé la mirada con el agua y me detuve en su tremendo miembro erecto, se agarró los huevos y mientras lo hacía yo no podía dejar de verlo. La forma de su cuerpo me encantaba, qué verga tenía.

Tallaba su cuerpo con jabón, yo me hice para atrás a admirarlo, la forma de sus brazos y su espalda eran perfectas, armónicas al tamaño de sus piernas, tenía unas piernas hermosas, velludas, ¿Cómo estarán las nalgas? Me leyó la mente y animalmente se dio la vuelta y sus nalgas eran redondas, lisas y ligeras, se metió la mano entre las nalgas, se lavaba el culo, estaba seguro, se estaba limpiando para mí.

Me desabroche el pantalón y me bajé el cierre, a puntapiés me quite los zapatos y  boté las calcetas, me acerqué y toqué su espalda que se estremeció cuando apreté las manos y empecé un masaje, al mismo tiempo me atraía a su cuerpo, ya tenía el cabello mojado, estaba muy cerca otra vez, muy rápido. Imprimí fuerza para hacerlo gozar y no se quitará, estaba tenso pero comenzó a relajarse, bajo la cabeza y dejó que le golpeara el chorro de agua el cuello.

Cerró la corriente de agua y jaló la toalla tibia, se la puso en la cara y salió del baño; caminé detrás suyo se aventó en la cama, con la pierna estirada y nalgas arriba. Me quité el pantalón para secarme el cuerpo, lo extendí en una silla, estaba muy mojado, no podía irme así, tendría que esperar. Me senté en la orilla y me tendí sobre la cama, pensando, ¿qué hacía yo con un completo extraño, un delicioso ahora menos peligroso extraño, desnudo y lastimado? ¿Por qué estaba metido en esa situación?

La cama era muy pequeña para nuestros cuerpos, no había un solo espacio donde nuestras pieles no se rozarán, parecían imantadas, nos atraíamos, volteó su cabeza y me dijo al oído, ¿cómo te voy a pagar ésta? Me tomo la cara con su brazo izquierdo y me dio un beso. Trató de voltearse solo y no pudo, le ayudé a darse la vuelta y casi me golpea en la cara esa pinga erecta, estaba tiesa, húmeda y chorreaba un líquido transparente que le hacía brillar la punta.

<< Es tuya >> entonces pude tomarla sin miedo, le chupe de la punta hasta la base, parecía que chupaba ambrosía, sabía tan rico, estaba tan firme, tenía una temperatura cálida. Le acaricié fuerte los huevos, se los apreté con las manos, les pasé la lengua, sus vellos púbicos tenían gotas de rocío. Lo masturbaba mientras le chupaba el glande, mientras le hacia cunnilingus le apretaba los huevos, estaba dándole servicio a manos y boca llenas.

Empujaba con sus manos mi cabeza, el placer estaba ganándole espacio al dolor y la hinchazón,  comenzó a gemir despacio, bajito primero, pero con cada succionada elevaba el volumen; de inmediato se contralaba, los espasmos lo hacían apretar los ojos, se veía tan guapo disfrutando. Sus labios se sonrojaron, se llenaron de sangre al igual que su verga, apretaba el abdomen, contraía las piernas, se endurecían, parecían unas rocas.

Mi boca estaba muy lubricada, tenía media cara llena de saliva, me toqué el pene y empecé a masturbarlo, los masajes en ambos miembros eran simultáneos, me encantaba ver su cuerpo contraerse y relajarse, sus músculos se le pegaban a las cicatrices, su piel parecía cuero, apretada y resistente. Empecé a sentir más caliente.

Se vino en mi boca, no puedo evitar tragarlo, sabía espeso. Me tomé un segundo para disfrutarlo, no quería sacar su miembro de la boca, seguía duro, punzando; estaba tan extasiado como el recién eyaculado, con un largo respiro de aliento libere a mi boca. Me puse de pie para limpiarme, cuando me detuvo de una pierna y me acercó a su cara, quería devolverme el favor.

De manera torpe se metió mi pene en la boca y empezó a chuparlo arrítmicamente, pero el sólo hecho de ver al rudo jugador de fútbol callejero hacerme una mamada, me hizo sentir un fuerte orgasmo, cerré los ojos, dentro de poco me estremecí por completo y me vine, él no se trago mis mecos, al contrario, se quito sin desagrado, me apartó y él busco, ahora, la toalla.

Lo vi recostarse, cerró lo ojos y se perdió en un sueño muy profundo, mientras lo miraba desvanecerse por el cansancio y la relajación pos orgasmo, busque mi ropa mojada a hurtadillas. Me la puse la playera que era blanca, ahora estaba naranja, no me puse los calcetines y salí corriendo, sin hacer ruido cerré la puerta, suspiré hondo recargado sobre la misma en el pasillo del hotelito. No podía creerlo; me fui, escapé.

No hubiera sabido qué decir, ni qué hacer.

domingo, 12 de agosto de 2012

Borde

Los dos. Uno sentado junto al otro en borde de la cama. Yo no sabía cómo comenzar, mis amigos siempre hablaban tanto y explicaban nada. ¿Quién debía empezar? ¿Ella o yo? Es su trabajo pero… debería preguntar. ¿Cómo iniciar? Con un por favor tal vez o simplemente con una orden, “Quítate las bragas asquerosa”. NO… Por qué acepté este trato. Mi padre tan gustoso de que su hijo se convierta en hombre, comprando como un troglodita a una mujer para saciar su ego y presumir a sus amigos de alcohol que su hijo entró en las grandes ligas por la puerta grande. Y yo en esta cama percudida de un olor de sabe qué será, junto a esta mujer de piernas largas y busto tantas veces manoseado que a la vista luce y presume que lo hace gustosamente y de hace tiempo atrás. Y ella junto a mí casi desnuda, sin una expresión en el rostro que me ayude a saber qué hacer. Su piel tan blanca con cantidades extremas de maquillaje no tan caro. Según mi padre es la mejor puta de la ciudad. Yo no sé si la mejor, pero puedo asegurar que es la más cara. Su boca roja por un intenso labial y sus uñas a juego que provocan terror. Ya hace más de dos horas que llegamos a este hotel, ella pidió unas llaves al recepcionista y con una mirada casi maligna me indicó el camino hasta la habitación. Entramos y se dirigió al baño, yo me quedé en la misma posición en la que me encuentro, en el borde de la cama y de todos los sentimientos habidos y por haber.


Regresó minutos después ya sin la minifalda de cuero, los tacones rojos y la escotada blusa con adornos de piedras falsas y bueno aquí seguimos, los dos juntos y separados, ella comprada por una noche y yo estrenado por primera vez. Pienso en que no debí masturbarme por la mañana con esa imagen de mi profesor de natación con la hija del director (aunque poniendo mi cara y cuerpo en el de la chica), pensamientos sin sentido que justo se me vienen en este momento. Ella ve a través de mi pantalón la erección causada por el recuerdo del recuerdo y se la adjudica. Reluce su sonrisa blanca como si esto fuera una broma. Sexual. Broma sexual. Abre mi bragueta y mira mi pene. Luego me mira y logro ver una mueca que no consigo entender. Sensualidad o gracia. Odio tanto a mi padre. Ella me toma de la cabeza y pone sus labios en mi cuello y ahora siento sus dientes que que perforan. ¿Perforan? ¿Lo hacen o es mi imaginación? Sangre o excitación. Dolor o gozo. Agonía o alegría. Muerte u orgasmo.

jueves, 9 de agosto de 2012


Lo primero y lo último


Lo primero:

Una corriente eléctrica, libre, certera y dolorosa afectando todo a su paso en su camino a la felicidad. Energía, ritmo, tortura y sensación. La piel se enchina, los vellos se erizan, una gota de agua fría recorre la espalda de abajo hacia arriba hasta explotar en la base de la nuca y detrás de las orejas. Esa emoción cuando algo increíble te acaba de ocurrir, cuando algo hermoso te acaba de asaltar la mirada, algo parecido al final de alguna obra de Tchaikovsky.

Luego...

Un café. Específicamente: un frappuccino doble, algo de esencia de té chai (Chai por sí solo significa Té, en realidad es Masala Chai), hielo de más, un poco de crema y algo de canela gentilmente espolvoreada en la cima. El aroma es increíble, se mezcla con el gas de los escapes de los autos cercanos y con el olor del asfalto recién húmedo por la lluvia de madrugada. Se mezcla con el periódico recién impreso, con el jabón barato con el que tallan las banquetas, con la canela, el dulce del chantillí y el café. Se mezclan el aroma del plástico del envase en el que sirvieron el frappuccino y la servilleta que lo envuelve. El pegamento con el que unieron las fibras de papel de la servilleta. El aroma del jabón de mis manos que se desvanece conforme surca el firmamento nuestro calcitrante sol. La ropa tiene sus propios aromas: detergente cáustico pero fresco, el suavizante cálido y maternal, las fibras de algodón y quizá algo de poliéster al ser acariciadas por el viento-smog de la capital, el humo que atrapa del puesto de elotes cercano, el picor de las salsas y el perfume que dejó él al abrazarme.


Entonces;



La agitación, el latido rápido de corazón. Cuando se huye de un perro rabioso, cuando estás a punto de quedarte sin tiempo para hacer esa entrega que no se repetirá jamás, cuando sabes que alguien está en peligro o que algo fatal está a punto de ocurrir. Diferente a esa agitación cuando te dan un beso sorpresa, una caricia loca, una mirada furtiva o una sonrisa no solicitada de la persona que menos esperabas. Similar a la agitación de un examen sorpresa, de un castigo o de un regaño.
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.Y lo último:



La calma y la violencia. Mientras lees esto, quizás en cama, alrededor de 7 000 000 000 de personas mueren, lloran, ríen, odian, enfurecen, abrazan, festejan, bailan, gritan, reflexionan, nacen, mueren, desean, añoran, idolatran, voltean, escuchan, huelen, observan, aman o no aman. El palpitar del núcleo candente de La Tierra.Todo comprimido en el segundo más insignificante del mundo, y al mismo tiempo: el segundo más importante del universo. Un beso. Y entonces: sueño.

miércoles, 8 de agosto de 2012

From first to last.



Se supone que lo primero es donde se aprende para que lo último salga bien. Se supone que con lo que aprendimos tenemos que ver que esta mal y no hacerlo. Se supone. Ahora, todo no puede ser una linea recta, abarcar todo de una manera tan simétrica es una conjunción mas que discutible, si todo fuera lineal todos fuéramos iguales. Lo primero puede ser exactamente igual a lo último, lo último puede ser lo que debimos haber tenido primero, puede que nuestro primero y nuestro último no tengan nada que ver y no nos sirvan de nada. Para mi, lo primero y lo último, son lo que tú quieras que sea. Pero yendo mas allá, el todo no es una linea recta, el todo ni siquiera podría ser un círculo ya que hasta para eso se requiere simetría,de la cual el todo carece totalmente. Y ahora que lo pienso, ¿Como sabes cual es el inicio del círculo y como sabes cuando termina? Si a algo tan simétrico no le podemos encontrar punto de partida y final, ¿Que nos hace pensar que a ese espiral ascendente-descendente llamado vida, todo, cosmos, entorno, whatever, sí se lo podemos encontrar? Claro que si tú hiciste el círculo sabrás los puntos de partida y final, pero este desastre nadie lo hizo, en mi humilde opinión, justificar la simetría inexistente del universo en base a un creador es algo, como mínimo, absurdo.

lunes, 6 de agosto de 2012

Lo primero y lo último

"Así los últimos serán los primeros, y el primero último: pues muchos serán llamados, pero pocos serán elegidos." 
Mateo 20:16 
 ... 

PRÓLOGO 
Cuando se decidió el tema con el cual arrancaría este nuevo proyecto alguien preguntó: - ¿No pueden escoger otro tópico más sencillo, cómo que lo primero y lo último?- (O algo así fue la pregunta, no recuerdo del todo). A lo que arrogante y malinchistamente respondí: Lo primero y lo último, that´s SIMPLE (Incluso recibí un par de "likes" por tal comentario).  

Días después me sigo atragantando con mis palabras y pensando en lo complejo del tema, ¡carajo, en verdad me ha costado publicar algo! 

LO PRIMERO Y LO ÚLTIMO 
- ¿Lo primero y lo último? ¿Lo primero y lo último? Debe existir algo que todos tengamos en común... La vida y por consecuencia la muerte, si, ¡eso es! ¿qué es lo primero que hacemos al nacer y lo último que hacemos antes de morir? ¡ahí está la clave! ¡ahora tengo el tema para mi entrada! - Pensé. Y fui feliz por unos instantes hasta que di en la conclusión que todo mundo nace y muere de manera completamente distinta. 

En vista que el ciclo de vida del ser humano no funcionó, me pregunté: 
 - ¿Qué es lo primero que haces al despertar? ¿y lo último qué realizas antes de dormir?-. 
A lo que respondí: 
 -Ver la pantalla de mi celular-. 

Que respuesta tan simple, y triste (incluso un tanto deprimente). Saberse dependiente de un artículo, y peor aún, de un teléfono móvil, no es algo que me aliente y mucho menos enorgullezca. Así que a partir de hoy decidí que lo primero y lo último que haga al despertar y antes de dormir deberá cambiar, ser variado, romper la rutina, y que, de preferencia, no deberá verse relacionado con algún aparato electrónico. 

Esperen, pero si nos basamos en la Ley de la multiplicación en donde: "El orden de los factores no altera el producto". ¿Significa que no por variar la rutina se romperá esa dependencia? Si, puede que sea muy probable... 

En fin, no importa que es lo primero o lo último que hagas al despertar o recostarte, lo importante es lo satisfactorio y enriquecedor que haya sido tu día. Total, el tiempo es relativo, la vida impredecible y quién sabe que es lo último o lo primero que pueda suceder.

jueves, 2 de agosto de 2012

La vida es... ¿qué?

Siempre al iniciar un libro, se me viene a la mente que eso se parece mucho a la vida; ya saben todos nos dicen que es difícil, sencilla, que no vale mucho la pena, que es bella etc. nos dan una pequeña introducción que te deja con esa... "chispita"(por llamarlo así) de averiguar de que se trata, es como si vieras la portada de un libro, te das una idea de como será, pero muchas veces las portadas son parte de la mercadotecnia: puede ser una portada 
pobre con un explendido texto o una portada de lo más bonita con una porquería de contenido. Por otra parte sabes que va a haber un final, por mejor que sea la vida o el libro es de ley que tiene que terminar en algo, sea bueno o malo, lo mismo pasa con los personajes del libro sabes quien es el principal, en este caso eso seriamos cada uno, pero no sabríamos cuales otros personajes o personas entran en la historia pero no sabes quienes llegan a marcar esta, quienes entran y quienes salen, así es la vida como como un libro, cada día una pagina nueva, cada año un capitulo nuevo...