viernes, 30 de noviembre de 2012

Poesía y murmullos

Si tuvieses la elocuencia necesaria, ella se enamoraría. Bastaría un verso, una sola frase ocurrente que desate un tsunami de carcajadas. Pero ella no ríe mucho. Ni tú. Son dos tipos serios que se miran a lo lejos, a kilómetros de distancia en la mente y a medio metro en el cuerpo. Menos. Sentados lado a lado, sus codos casi se tocan. Alrededor de ustedes otras personas se sientan alrededor de la mesa, como torres y murallas que la protegen. En algún lado la habrás visto. No es muy guapa, tiene la frente muy amplia, pero lo disimula con un fleco y unos lentes de armazón grueso y poco aumento, su nariz se tuerce un poco. Sin embargo, sus ojos tienen una fuerza oscura y fría, no se ríen. Apenas y su boca se tuerce un poco ante el comentario gracioso del chico gordo que los mira de frente.

(Un día seré poeta y escribiré sobre este día  Seré poeta y hablaré sobre mañana. Poesía y murmuros sobre el ayer y mi vida. Mis escritos no hablaran de nada. Hablaran de mi. Siempre hablaran de mi, o lo que es lo mismo: de ti, porque en un momento no se podrá hablar de uno sin hablar del otro.)

En el escenario una chica toca el saxofón acompañado por un contrabajo, una guitarra y un teclado. El baterista los observa desde la puerta del sanitario. Se escucha la voz de un tipo que nunca habla. Le dice algo a la chica. Le pregunta su nombre. Cuando responde, la banda vuelve al tema y no alcanzas a escuchar.  El mesero llega con una charola llena de bebidas alcohólicas. ¿Porque sigues viniendo a estos lugares si tu no tomas? El chico gordo mira fijamente a la mujer. No es la única: tres personas mas allá otra chica se besa con un tipo que bien podría ser su novio. Sirven la primer ronda de bebidas.

(Una vez vine aquí con una chica que me gustaba. Nos sentamos en aquella mesa. Escuchábamos a otra banda. Besaba bien. Sobre todo al final, cuando le urgía quedarse para no perderme al cruzar la puerta. Qué fue exactamente lo que ocurrió.)

Sirven la segunda ronda de bebidas. El silencio incomodo que se daba a ratos en la mesa se comienza a disipar. El alcohol une a la gente desde los tiempos ancestrales. La chica mira a un tipo que esta en un extremo de la mesa, le sonríe. Al menos ahora sabes que conserva esa habilidad, pero sólo la usa a conveniencia. Miras tu mano, distraído. Platicas ocasionalmente con el amigo que te invitó. La chica de la banda ahora canta un tema viejo. Te ofrecen una copa de alcohol. Uno tiene que probar de todo en la vida.

(El alcohol es malo: causa daños irreversibles en tu cerebro. El alcohol aumenta tu esperanza de vida. El alcohol es vida. Los ebrios siempre dicen la verdad, la verdad es buena, entonces el alcohol es bueno).

Sirven la tercera ronda. Cuando dejas de ver a la banda, notas el cambio en la mesa. Todos ríen. La chica que te gusta platica con un tipo y lanza unas carcajadas gigantes. Enormes. Tsunamis. La chica de la banda baja del escenario. El publico aplaude. Comienza a sonar música de fondo, grabada. Baja del escenario y se sienta a la mesa con un chico. Le da un pequeño beso en los labios.

(Si supieras lo que pienso hermano, seguramente me odiarías.)

-No me imagino qué escribes en esa libreta.- Dice. Batalla para articular las palabras.
-Yo tampoco.
Ríe. Contigo.
-Me gustas.- Confiesa, ebria. Tu no has tomado suficiente como para perder la cordura. A ella se le nota el alcohol corriendo por las venas. Los ebrios siempre dicen la verdad. Ella es guapa, pero no te atrae, le falta actitud. Tiene el cabello rojo, y todo el semblante putil que hace falta para que una chica no te atraiga. La chica que te gusta se besa con un hombre, justo a tu lado. Te paras. Es tarde. Te faltó elocuencia y un poco de alcohol en la mirada.

(Esa chica es una poesía fugaz. Se cierra, se guarda en el estante, se piensa dos o diez veces y se olvida.)

sábado, 24 de noviembre de 2012

Hora de la merienda.


Tan sólo mira a aquel niño, tan gordo que no se puede saber dónde le acaba la cara y dónde le inicia la panza, tiene qué caminar dando pasos de pingüino mientras busca a su mamá, más gorda aún, mujer ruín, despreciable, asquerosa, jamón andante, qué buen trabajo ha hecho, la grasita siempre es lo más bueno, o aquel, ya se le alcanzan a ver los huesos, pero mírale el color de las mejillas, qué color, qué brillo en el pelo, sano como una verdurita, con un poco de sal seguro queda...

¿Pero por qué pones esa cara? ¿Acaso dije algo malo? ¡Pero bueno, creo que no te había observado bien! Estos lentes se me ensucian a veces, yo ni me doy cuenta, me juegan trucos, ¿Sabes? Tú eres sólo una pequeña, una niñita, no me lo tomes a mal, me gusta hacer bromas. No lo entenderías, eres tan joven, tan tiernita, piel canela, panecito en dulce, bizcochito, ven, no temas, no te me pongas nerviosa, vamos a mi cocina, habrá que poner a hervir el agua, vamos a hacer un té...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sin miedo

Yo ya para esos días y más especifico ese día en el que amanecí en este cuarto blanco, blanco de todo a todo, sin saber que había pasado, ya había dejado de creer en cualquier cosa posible; mi mamá que era curandera -curandera de las buenas, de las del mercado República no de las falsas y caras del mercado Revolución-, me había ya ahuyentado desde hacía muchos años todos los males, y de paso también bienes, porque quesque según ella hasta lo bueno no era tan bueno.

Y pues esa es la razón de mi no-creer; desde hacía años que yo ya vivía sin miedo y sin fe, por un lado riéndome a carcajadas de los otros por su insistente miedo al todo, y a la nada, y por el otro reprochando todo lo bendito y sagrado, aunque de eso no tiene la culpa mi mamá, que sólo era curandera y que muy aparte de sus hierbas, pociones y huevos era asidua de ir a misa todos los domingos y hasta poner a sus santos de cabeza.
Ese desentendimiento de fe, o lo que sea que fuere, fue provocado por mi tío, hermano de mi mamá la curandera, mi tío era fanático de Freud y siempre me decía que mi mamá mas que curandera estaba loca, y que sus hierbas y su san Juditas para nada servían y sólo la llevarían a la ruina, y a mí me iba a llevar entre las patas, en cambio Freud, Socrates, Hegel y Aristoteles con sus cientos de teorías que él llamaba verdades eran lo que nos iba a sacar de este pueblo y darnos una mejor vida, -Esos si eran buenos- decía.

Y pues así crecí, sin miedo, sin fe y también de paso sin existencia gracias a todos esos tipos con apellido raro que leía mi tío. Con todo su sexo, cuestiones y cavernas que sólo me revolvía más la cabeza y también el estomago. Pero como yo sólo tenia a mi mamá la curandera y a mi tío el fanático de Kant -porque también cabe aclarar que sólo era fanático, nunca estudio a ciencia cierta todo lo saco de su tío José (según mi mamá la curandera)-, y entonces como sólo los tenía a ellos pues no tenía más que decir que sí a todas sus frases trilladas.

Entonces fue cuando cumplí dieciséis cuando de plano me harté de todo, me harté de mi mamá y sus jabones curativos, me harté de mi tío y su Descartes, me harté de todo y me fui con una mano adelante y la otra atrás, sin nada; aunque peor que muchos porque nunca tenia ni miedo, ni fe, ni respeto por nada ni nadie.

Entonces un día desperté acá, en ese cuarto blanco, blanco de todo a todo, de aquí pa'allá y de allá pa'acá; las mujeres y hombres grises que acá están nunca hablan, sólo murmuran, no son como mi mamá la curandera ni como me tío el... pues mi tío. Acá sólo duermo, como, y me limpio, allá sólo decía que sí para que no se enojaran conmigo, acá hay mujeres grises con uñas rojas que duermen a uno como bebé entre sus brazos, y hombres grises que hablan con uno sin parar creando mundos en sus pequeñas anotaderas sonriendo con cada pendejada que suelta uno, allá mi mamá cura a la gente con sus rezos y bailes, mi tío lee lee, maldice y maldice.

Como los extraño, a mi mamá la curandera y a mí tío el fanático platónico.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Las Brujas (Tres Microcuentos Diferentes De Lo Mismo)



1


bruja.

4. col. Mujer de malas intenciones. (WordReference)


Hazlo, hazlo ahora. Tienes poco tiempo. Antes de que vea lo que haces. Lo haces por tu hijo. Asi como lo hiciste por Jasón. Matar es bueno, si es con buenas intenciones. Hazlo rápido. Pon un poco de veneno, un poco de muerte en el vino. Que la fiesta se haga llanto. Que el llanto se haga triunfo. Rápido Medea. Hazlo rápido antes de que Teseo vuelva y sepa lo que haces. Invoca a los dioses. Ninfas, madre, retrasen a Teseo, que no venga antes de que el veneno quede listo. Titanes, abuelo, que esto funcione, que vuestro subdito Medo, mi hijo, sea el que suba al trono y no el bastardo de Teseo. Que muera. Que muera Teseo. Que sufra en el Hades eternamente, que los espiritus carcoman su alma. Que pague. Que pague todo lo que ha hecho, y lo que hará. Haganlo que muera, utilicen a su sierva. Hazlo. Hazlo rápido Medea. Teseo debe morir.
     


2


bruja. 

  1. f. Mujer que, según la opinión vulgar, tiene pacto con el diablo y, por ello, poderes extraordinarios. (RAE)


Los cinco hombres fornidos comentaron al día siguiente que necesitaron de toda su fuerza para atarla al poste y, además, unos mecates tan gruesos como el brazo de un niño y con un nudo imposible de deshacer. Cuando estuvo bien sujeta, el hijo pequeño de alguno de ellos acercó, con miedo, la antorcha a las ramas secas que se amontonaban a los pies de la mujer. 
-Serás el siguiente, niño.- Amenazó la mujer, pero su voz se perdió entre el clamor de los pueblerinos, que pedían a gritos muerte, y su cara amenazante se difumino entre el humo. El fuego lamió con delicadeza la madera, y la piel blanca de la mujer.

Se sospechó mucho tiempo del hombre que hizo el nudo. Se dijo que estaba enamorado de la mujer, o que ésta lo había embrujado al haberse puesto en contacto directo con sus manos y muñecas. Esto, claro, era mentira. El nudo fue perfectamente hecho, y , en realidad, permaneció fuertemente atado al poste aún mientras este, vacío, ardía salvajemente  y la gente miraba incrédula la figura femenina envuelta en llamas que se adentraba en el bosque y se perdía para siempre con el niño inconsciente bajo el brazo.



3

bruja.

4. f. coloq. Mujer fea y vieja. (RAE)


-!Corran! !Ahí viene la bruja!- Gritan los niños y echan a correr calle abajo, aterrados. 

La viejecilla agacha la mirada, triste. Camina encorvada; la edad no le permite hacerlo de otra manera. Recorre todo su trayecto en silencio, mirando el suelo, despacio, tratando de no atorarse con los adoquines cansados. Entra en una tienda, escoge lo que fue a buscar. El muchacho que atiende la mira con cierto recelo, su mirada se queda fija en la mejilla de la anciana, y hace una mueca de asco.

-Son veinte pesos.

La mujer, demora en abrir su monedero. Cuenta las monedas con lentitud, no alcanza a ver el número acuñado en ellas.

-Apúrele señora, no tengo todo el día.

Paga. Al cruzar una calle, un coche le pita y pasa a toda prisa a su lado, esquivandola apenas. Se escucha una grosería.

-!Vieja estúpida! !Quédese en su casa!

Se detiene frente a un aparador. Mira su reflejo. La cicatriz le surca toda una mejilla y le cierra un ojo. Se la recorre con los dedos. Áspera la piel, tumultoso el relieve. Mira el paquete que tiene en las manos y comienza a caminar.

-Mamá. ¿Porque esa señora es tan vieja y fea?- Pregunta una niña que pasa al lado de la anciana, tomada de la mano de su madre.

Llega. Abre el portón con trabajo. Unos metros mas allá la puerta de la casa se abre. Sale un niño pequeño corriendo.

-!Abuela!- El niño le llega hasta arriba del ombligo. La abraza, restriega su pequeña cara en el vestido desgastado. Ella se agacha lentamente y él le da un beso húmedo en la mejilla.-¡Te extrañé¡¿A dónde fuiste?

-Te he traído ésto- Extiende su mano y le da al niño un pequeño avión de madera. 

-!Gracias abuela, eres la mejor!

-No tardes mucho. La cena estará lista en un unos minutos-. Dice, adentrándose a la casa y sonriendo mientras el niño hace con la boca un ruido de motor y alza el avión por encima de su cabeza.




Alejandro Govea

domingo, 7 de octubre de 2012

La Tela Roja

“La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de manera que se puede afirmar que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona” 
Schopenhauer
...

El siguiente texto es un performance elaborado y conceptualizado por una mujer muy talentosa, su nombre es Viridiana Urias. El performance ha sido presentado en la "Segunda Lectura entre Creadores y Letreros de Clóset" en el auditorio de la CCSyH (San Luis Potosí), en la tertulia del VI Coloquio Efraín Huerta en el Cabaret Voltaire (Guanajuato), en el II Slam Nacional de Poesía de la REdNELL (Querétaro) y en la Plaza del Carmen (San Luis Potosí) con Abraham Hernández como Andrés.


La Tela Roja
a Lilí 



Personajes: 
  • Andrés: Viste de negro, tiene la boca atada con cinta. 
  • Un asesino: Altanero, elegantemente vestido. 

[Sentado, con las piernas cruzadas, está Andrés casi en la obscuridad. Se escucha voz en off] 

Voz en off de Andrés: Les voy a contar un sueño que he tenido desde hace quince días, más bien, es una pesadilla que está por cumplirse; hoy soñé con la tela que me acaricia después del sonido de las trompetas... la sentí tersa, fría y hasta pude recordar su olor a flores muertas. Es una tela roja que roza las heridas de mi piel cuando la luz del sol me ciega, sé que pronto llegará a mí de nuevo, por eso hoy, tengo más miedo y no quisiera salir de esta obscuridad, entrar de nuevo sería sólo para ahogarme en dolor y gritos… Si al menos pudiera encontrar algo con qué matarme no dudaría en hacerlo, pero aquí no hay nada, nada más que el olor de mi sangre. 

[Andrés se para con dificultad] 

Llevo encerrado casi dos semanas, dos semanas en las que no he visto la luz, ni he comido. Sólo tomé el agua que me dieron, pero me hizo mucho daño, me desgarró el estómago, no he dejado de cagar sangre… tengo tanta sed, ya no se qué me da más miedo; si tomar el agua o salir de aquí. [Camina en círculos, se cubre los ojos] Desde que me quemaron los pies y los ojos con ese líquido asqueroso no he podido estar quieto, ni soportar esta ansiedad, y es que, no logro comprender el por qué de todo esto. Al llegar aquí me ataron de pies y manos para ponerme un saco de arena sobre el cuello durante horas, eso me dejó tan cansado que no pude hacer nada cuando me tiraron al suelo para darme esos golpes tan fuertes que no pude siquiera respirar… ¿Te han pegado así?... 

[Se detiene, mira al público] 

Ah, casi se me olvida; eso lo hacen sólo para comenzar todo, para atacarme débil y confundido, y que no pueda hacer nada cuando me clavan eso en el cuello… Quisiera defenderme, pero tengo miedo, dicen que a los que lo hacen, los dejan encerrados hasta que se mueran de dolor, como si fuera un castigo luchar por la vida. Ellos nos crearon fama de que debemos morir, por eso todos ustedes dicen que tenemos sangre de asesinos y que somos peligrosos. 

[Andrés llora, se escucha gente llegar], sí, mis ojos lloran, y es por ese asqueroso ácido que derramaron sobre ellos; me dejó casi ciego… pero todavía escucho perfectamente, sé que aquel ruido de fuera evoca mi muerte. [Suenan trompetas, sonido de puertas abriéndose. Luz del cenital sobre Andrés. Él se cubre los ojos.] 

Voz en off de Andrés: Se abren las puertas y cierro los ojos antes de divisar entre las luces de ámbar, ondear a la tela roja que huele a flores muertas, antes de desear que ustedes no hubiesen venido aquí. [Suenan más trompetas, Andrés intenta mirar, está cegado y confundido] Y sí, aquí están de nuevo todos ustedes... vinieron a burlarse de mí, ¿vinieron a ver cómo me humilla él?, ¿por qué lo hacen?... Este sufrimiento es real, no se puede esconder siquiera bajo la belleza de aquella tela… ¿Quieren saciar su sed de sangre? ¡Miren lo que me hicieron ayer!... 

[Pausa. Andrés a espaldas. Se quita la camisa y deja ver su piel llena de sangre. De frente] 

¿Esto es lo que les gusta ver? ¡Pues es lo que menos duele!, ¿quieren saber qué duele?; duele saber que mi hijo pronto llegará a este asqueroso mundo, duele saber que sufrirá igual que yo, o quizás más, me duele pensar que también con él se divertirán desgarrando su cuerpo en un juego absurdo de cuchillazos. 

[Entra el asesino con banderillas y una tela roja, camina alrededor de Andrés] 

Voz en off de Andrés: (al asesino) –Hijo de puta, quién te crees acechándome, ¡como si pudiera defenderme después de todo lo que me han hecho!… (el asesino pasa la tela por la cara de Andrés, le clava una banderilla en el cuello) ya estoy perdiendo el control de mis movimientos. (Gritando) ¡Deja de clavar esos ganchos en las mismas heridas! ¡Deja esa tela roja! 

Voz en off de Andrés: ¿Y ustedes por qué siguen aquí?, ¡Que no ven que está matándome! ¿Por qué no se van?, ¿acaso les gusta ver esta escena tan humillante?... [Pausa, convencido] Claro… les gusta, lo puedo ver en sus caras, es como si el reflejo de mi sangre se fuese inyectando en sus ojos… Siendo tantos, podrían ayudarme, pero no hacen más que aplaudir a un asesino cobarde que se pavonea de mi miedo hacia él… (Resignado), ¡Y cómo no se lo voy a tener! [Pausa] Yo me rindo, y me gustaría hacerlo viéndole a los ojos, pero ya no puedo levantar la cabeza; el hijo de puta me destruyó el cuello. 

[El asesino saca una pequeña espada]

Voz en off de Andrés: –Lo que está en su mano… ¿qué es?, ¿una espada?, ¿me vas matar al fin?... [el asesino clava la espada en el pecho de Andrés] Cuidado, ¡no!… ahí no está el corazón, me estás perforando los pulmones, pendejo, no puedo respirar…. 

Voz en off de Andrés: (al asesino) –Espero que algún día dejes de matarnos, de torturarnos… casi todos nosotros morimos ahogados en nuestra sangre… espero que no mueran así mis hijos, espero que no mueran así los tuyos… Espero… espero mi muerte… [El asesino cubre el cuerpo de Andrés con la tela roja] 

Voz en off de Andrés: –Veo la tela de nuevo, es líquida, está dentro de mis ojos… cae de mi cielo. [Baja el telón].

lunes, 24 de septiembre de 2012

Eco



Tenía una sonrisa muy bonita. Encantadora, diría. Le salía tan natural, tan real. También tenía un buen cuerpo y recuerdo particularmente un brillo cobrizo que emanaba de su piel, como aquella vez, justo en el momento cuando le golpeaban unos cálidos destellos del sol de mediodía. Su cabello era negro, casi azabache, tanto que parecía devorar la luz. Sus ojos eran dos trozos de ámbar oscuro que se encontraban en su mejor momento a la luz de una lámpara o la tímida llama de una vela, como aquella vez en el restaurante que tanto amábamos. Aún siento, a veces, el roce de su palma sobre el dorso de mi mano, la que descansaba sobre la roca fría y áspera, ese día en el que me prometió cosas que ninguno, ni yo, ni tú, ni nadie podremos cumplir jamás. Sus ideas también eran interesantes, su carácter era agradablemente disperso y muchas veces lleno de una incoherencia que me entretenía y me sacaba risas de vez en vez.

Pero yo detestaba su voz.

Ni las alarmas más enervantes, ni el auto con el escape más dañado, o la campana más aguda pueden compararse con la repentina liberación de sangre helada e hirviente que se producía en mí cada vez que escuchaba su voz , aunque proviniera de los más oscuros recovecos de mi memoria. No podía aguantar su voz. Podía amar sus letras, podía amar las canciones que me dedicó; pero jamás pude soportar más de cinco minutos sin sentir la obscena necesidad de ahogarme a mi mismo en la próxima fuente que pasara o de tomar puñados de tierra húmeda y apretarlos contra mis oídos.

No puedo explicarme hasta la fecha por qué las pequeñas y rápidas vibraciones de sus cuerdas bucales, que viajaron sin retraso por el aire sacudiendo todos los átomos de oxígeno y creando a su paso una avalancha de caos molecular, chocarían contra mis oídos haciendo brotar la más extraña de las reacciones adversas. Su voz rompía el encanto de su sonrisa, me distraía de su piel, de la negrura de su cabello y me dejaba inválido sobre un charco frío donde otrora habría un pozo profundo y tibio lleno de picosas ideas.

La primera vez que le vi quedé poseso por un espíritu sordo. A los pocos días de saber de su existencia quedé en un estado total de embelesamiento, como polilla revoloteando alrededor de la flama de su carácter. Por muchos días me aconsejó una ninfa de grandes ojos y bebí promesas de una sonrisa y un bello cuerpo. Pero en ningún momento me acompañó Polimnia, traviesa, y en la oscuridad del silencio me quedé; hasta que le oí.

Quizá me siento mal, no lo sé... Después de todo fue a mi a quién trató mal. Mi voz nunca emitió queja alguna de su voz. Mi crítica jamás le llegó. Pero el imaginarme vivir al día con tal voz, tal ruido; que transporta ideas y sentimientos que podrían perder la carga de su contenido tan sólo por una diferencia de entonación, por culpa de alguna fruta que no comió su madre o algún gen extraño venido desde la cuna de su padre; sería la muerte para mi: pues aunque no hablo mucho y cuando lo hago me atropellan mis formulaciones, es la voz lo que nos puede ganar una pasión, o arrebatarnos un amor.

Podría sentirme mal, pero es mi caso peculiar. Habrá quien ama las voces fuertes, o las suaves. He conocido gente que privilegia una voz quebradiza y huye de una voz alegre. El gusto se rompe en géneros y el amor en timbres. Sé que algún día encontrará o ya encontró alguien para quien sus palabras suenen a poemas recitados por las sombras de los árboles. Tal vez.

Pero esa persona no seré yo. Porque la voz es la que me cautiva más. Puede no ser una voz educada, puede ser un sonido brusco o triste. Pero es la tonalidad justa, el timbre, la cantidad de aire exhalada la que puede hacer la diferencia entre una operación de destrucción encubierta detrás de una bonita sonrisa y una fortaleza edificada en mi mente; piedra por piedra dentro de esta diminuta, solitaria y oscura región de mi pensamiento que se enciende con una chispa de sorpresa cada vez que escucho a una persona hablar. Ahora... Me ahogaré en tu voz y veré si tus ideas me pueden mantener flotando a la deriva, sin esperanza ni añoranza, acompañado únicamente por el consuelo que en el cielo oceánico pinten tus palabras.

Háblame al oído.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Intervalo

Creí que podría escribir de música como quien escribe de amor, y ademas, fue idiota de mi parte suponer que podría escribir de amor como quien escribe de música. Después me di cuenta de que es imposible, de que cuando te conocí creí que eras una segunda menor, y separados somos una bella melodía, somos el inicio de Para Elisa, somos esa magia que se da en las escalas de Jazz, donde yo creo que los semitonos le dan ese nosequé al género. Separados somos geniales.
Pero cuando aprietas un do y un do sostenido al mismo tiempo (al mismo tiempo, porque como apoyadura aun suenan bien), sale un sonido chillante y molesto, imposible. Creí que eras eso, que estaríamos bien separados y que juntos no íbamos a lograr nada salvo fastidiar a los demás y fastidiarnos a nosotros mismos, opacarnos el uno al otro porque somos casi idénticos, apenas medio tono, unos cuantos Hertz mas arriba, tristes, desesperantes, disonantes. Pero ¿Que tiene de malo ser iguales? ¿Que tiene de malo tener cosas en común? Eso. Es música. La música te da la respuesta. La música es la respuesta a todos los problemas. Así como Pitágoras decía que todo era matemáticas (viejo loco, demente, decrepito, inútil) yo me atrevo a decir que todo es música (joven loco, demente, decrepito, inútil) y sé que moriré de hambre. Y sé que soy disonancia con todos.

Pero cuando dejé de intentar comprenderte...
"Sé que voy a quererte                     sin preguntas
sé que vas a quererme                     sin respuestas."
(Benedetti: ¿Quien carajos te crees para venir, meterte en mi escrito imposiblemente musical  y decirme qué hacer en mi caraja y personal vida amorosa a través de tus poemas cursis que tanto me dan ganas de dedicar?).
Cuando dejé de intentar comprenderte comprendí que tal vez no eras una segunda menor, no eramos cacofonía juntos, tal vez. Tal vez fuéramos armonía, tal vez somos armonía. Quizá eres una tercera, una quinta...  Tal vez eres una alteración accidental en mi escala y vienes a cambiarme la vida, el sonido, la melodía.
Imagínate, la pobre escala va sonando como puede, poco a poco, apenas aprendiendo a vivir siendo una escala, en el mundo de las escalas, y va y regresa y vuelve aclimatándose a su cuerpo, y de pronto... llegas, un sostenido en una nota... y aveces ese sostenido es lo único que hace falta, ese lo único que se necesita para lograr una melodía perfecta... o para echarla a perder. De pronto llegas y le aumentas medio tono a mi vida y es suficiente para destantearme y arruinarme o hacerme mas bello. Hermoso. Yo que soy una canción desafinada, llegas y me pones todo en orden, pero primero me haces dudar, llegas, te plantas en la hoja, en el pentagrama, y esperas a que yo canción, te comprenda, o que no te comprenda, solo te utilice (Sin preguntas, dice Benedetti, y lo haremos a su estilo, Benedetti´s Style). Entonces no te comprendo y solo te hago parte de mi. Y solo te haces parte de mi y alteramos el orden de las cosas.
Y entiendo que no puedo hablar de música como de amor, porque no entiendo ninguna de las dos, y no te entiendo, y no te encuentro. Y no hay escuelas de amor, aunque haya escuelas de música, y debería ser lo mismo, porque todo es música. Incluso tú, tercera, o segunda, o quinto grado armónico, o alteración accidental. Incluso yo, tónica, o primer grado armónico, o escala natural. Incluso la vida pentagrama. La muerte doble barra. Dios compositor, o instrumentista o instrumento. Incluso el universo partitura enorme. y el intervalo armónico que creamos. Y nuestra historia compás. Y yo quisiera que seamos el compás final,  con un calderón arriba y que el director nos borre cuando se le antoje, pero que nos borre juntos, que dejemos de sonar juntos, como estuvimos destinados a sonar desde el principio, aunque tú llegaras después. Y que lo mas parecido al amor que tendremos jamás, es un bello sonido. Una bella melodía. Y entiendo que no puedo hablar de música como de amor, ni de amor como de música, porque son lo mismo, y no puedo hablar de ti como de mi ni viceversa porque somos un intervalo, y los intervalos siempre van en pareja.



El director hace un crescendo con las manos. Suena el calderón final. El director baja la batuta y ambas manos con un gesto rápido y determinante. La orquesta termina con un tutti sonoro. El ultimo intervalo resuena por todo el teatro, majestuoso. Aplausos. Se cierra el telón.

Vo(s/z)


¿Les ha pasado alguna vez, cuando escuchan una voz, todo se vuelve más familiar, se vuelve menos interesante, el sonido de esas ondas sonoras los trasporta a un lugar seguro, ajeno, pero cómodo? La voz de su madre, algunas campanas que les recuerden su infancia, el sonido del automóvil, el correr del agua en el río, el sonido de las olas o la brisa en la playa. La voz franca de un amigo, o la ternura  amiga.

Escuchen mi historia, debo contarla a modo de confesión, en un acto por aceptar el doloroso “tenías razón”, una forma de acatar de un solo trago el famoso “te lo dije”, aunque yo sé que contigo no hay juicio, me conoces tan conscientemente, contigo no hay crítica, me comprendes francamente. Contigo sólo hay espacio libre para la expresión, contigo sólo existe conexión.

Mientras estabas en Buenos Aires, yo viví una vida junto a él, y no dejaba de escuchar tu voz en mi cabeza, no dejaba de imaginar tu cara decepcionada en el primer desencuentro, no soportaba ver tu mirada cabizbaja, triste en la tercera pelea, durante el primer golpe. Sí, me dejé llevar, sí fui arrastrado a un abismo patológico, del cual fue advertido, Tú mi Virgilio, el poeta desaparecido.

Ahora que te tengo de frente, no puedo evitar las lágrimas, que vienen de un lugar profundísimo, atinguo, como canto de sirenas, agradeciendo al sol por iluminar las profundidades marinas, dominios de Poseidón, padre de los mares sentimentales, las olas emocionales y los abismos pasionales. Agradezco entera la constancia y el fervor de nuestra amistad, la fidelidad de tu persona y claridad de tu consejo.

Pero basta de hablar de mí, quiero saber todo de ti, ¿Cómo has estado? ¿Qué dicen las historias, dónde están esas fotos? Estoy atento, escucho, al sonido de tu voz.

Preludio.

Uno se queda así, en absoluto silencio por primera vez. Sin distracciones, se puede escuchar el susurro de tu alma escapándose del cuerpo. Sólo entonces pueden hacer su entrada la tranquilidad y el miedo, uno a la vez. Pero el orden no lo decide uno. Es una reacción involuntaria, algo que te puede alterar los nervios al punto de morir.

Resbalas en un charco formado por tu propia sangre, que se ha derramado tan rápido que realmente te soprenderías de estar tirado ahí, si aún tuvieras la capacidad. Gritas de manera inaudible haciendo que tu garganta se desgarre y el líquido rojo del que tu vida depende, comienza a fluir por la tráquea. Comienzas a ahogarte mientras que tus oídos arden, negándose por completo a seguir funcionando. Tu vista se deteriora a cada segundo que pasa, hasta que ya no puedes darte cuenta de nada y el único universo que percibes es el dolor. El universo es dolor.

Todo pasa muy pronto. En un instante dejas de sentir. Todo se vuelve, si cabe, más silencioso que antes y entras en completa paz. Estás real y absolutamente tranquilo, por la simple razón de que has dejado de estar vivo.


Preludio.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Día fragil.

Hoy amanecí con menos sueño y salgo de mi casa con tiempo de sobra, tal vez me de tiempo de comprar algo de café. Subo en la parada usual, y algunos asientos ya ocupados. Elijo uno en medio para que al leer no me estorbe tanto el andar del autobús, tomo asiento y observo a mi al rededor, un chico de alrededor 19 años acompaña al chofer en el asiento trasero, en los asientos siguientes una señora con su hija de preparatoria hablan de cosas a las que no suelo poner atención, asientos detrás una pareja joven con atuendos deportivos, a un lado dos ancianas critican lo que no tienen y presumen lo que pueden; más atrás dos jóvenes con mirada coqueta y detrás de ellos una madre adolescente con su hijo de escasos meses, carriola, pañales, cobijas y su querido a un lado.

Vuelvo a mi realidad y recuerdo que sera otro día de esos, de los que tendré que estar en este mundo, el real y bonito e imperfecto y no en aquel mio y sólo mio, seguir sin audífonos para escuchar algo de música mientras leo es necesario en mi vida, es como mi propio soundtrack de cada libro. Reviso mi mochila y algo me falta, ¡mi mundo!; soy de esos que siempre tiene que olvidar algo en su cuarto, siempre, no importa que sea, o no sé, tal vez soy al único al que le pasan estas cosas. Maldigo tanto en mi cabeza y en tantos idiomas que comienzo a preguntar por la relación de todas esas diferentes palabras para pronunciar lo mismo. Joder.



La sirena de una ambulancia y la de una patrulla de policías es lo que me hace volver dentro del autobús, veo alrededor para saber si sólo fueron pensamientos que se quedaron en mi cabeza o si acaso sobrepasé mis palabras y las grité; no veo camio, las mismas platicas y las mismas caras, sin asombro alguno en sus rostros más que los de los jóvenes que siguen con su mirada coqueta. Paso sin parpadear y me hundo en mi asiento.

Y ahora siento que serán los 30 minutos más eternos de mi vida, más eternos que pasarlos en la cena familiar navideña, o peor que un mal episodio de The Big Bang Theory, o aun más eternos que... ¡dios! Que todo, más eternos que todo. Lo pienso y lo pienso y llego a la conclusión de que es estúpido, que me escucho estúpido y soy estúpido al poner un libro y la música como primer elemento de mi vida. Pienso en algo que me saque de ahí, en algo me tendré que entretener, miro mi mochila y descubro que está vacía, entonces vuelvo a observar, dos o tres vueltas completas al autobús... ¡espera! Podría ser buen ejercicio... ¡NO! El psicoanálisis es lo peor que puedo hacer, pero, pero... está bien mal, y así comienzo a escuchar, comienzo a comprender, comienzo a aprender, soñar y sobretodo a odiar.

*Foto de Francisco Mata © 

lunes, 10 de septiembre de 2012

A human ocean traveler


No supo ni cómo pero la cegó, esa luz que él emitía era impresionante era lo más hermoso que había visto en todas sus vidas; aquella alma perdida en la oscuridad de la vida cotidiana y la superficialidad social pedía a gritos volverse a encontrar a aquel humano que había hecho que se volviera adicta a la luz, pero no a cualquiera, sino a esa, a la que sólo él  podía hacer resplandecer; no sabia porqué le había causado tanto, si sólo fue una mirada, pero ¡ahhh!... esa mirada tan penetrante, sus ojos negros le hacían recordar  su vida pasada, cuando su lugar favorito era el fondo del mar, en donde ya no se veía nada de ese hermoso tono azul, en donde no se preocupaba por el tiempo… Los días se fueron, uno a uno, tan dolorosos, tan penetrantes al corazón, por el simple hecho de no tenerlo a él a su lado; esa humana viajante del océano perdió la vida, el tiempo, esperando la luz que le hacia recordar la oscuridad de su vida pasada…

domingo, 9 de septiembre de 2012

Kibō no Hikari

"La esperanza no es ni realidad ni quimera. Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de transeúntes".
Lu Xun


El viento rozaba mi rostro, restregando pequeños rastros de arena, polvo y tierra sobre mi tez maltratada y erosionada por las lágrimas de días anteriores. En mi interior retumbaban las palabras recibidas con antelación: "Esa energía positiva te será enviada, y la recibirás de alguna u otra manera, tal vez de la que menos esperas".
- A la mierda! ¡Eso no sucede en éste mundo!- Me dije en silencio y continué rodando sobre el asfalto. 

Segundos después, ella aparece. Destruyendo toda afirmación anterior. Parecía una ángel, dulce y sonriente (pese a los aparatos metálicos que traía para enderezar sus molares), el reflejo del sol la iluminaba, tan sólo distinguí una silueta, pero no importaba, porque me llamaba por mi nombre y había aparecido en el momento ideal. No importaba, porque esa energía había llegado en el momento y con la persona menos esperada. No importaba, porque había devuelto en mí, algo que estaba ausente; porque me había devuelto la esperanza.

sábado, 8 de septiembre de 2012


Alguna vez una maestra me dijo:


No existe el mal per se, todo mal comienza como un bien; puede ser un bien egoísta, un bien que atente contra la libertad, la salud o la mente de una persona; puede ser obrado de manera consciente o inconsciente.


A partir de ese momento comprendí a otros autores como Nietzsche o Ayn Rand, que si bien no son de mi total agrado, plantearon la idea de un egoísmo racional u objetivo. También comprendí mejor la noción de que los seres humanos tenemos iguales porciones de luz y oscuridad anidando en nuestro pensamiento, y que la balanza hacia cada uno se inclina dependiendo de las decisiones y acciones que tomamos; como en el cuento que vaga por Internet, de origen supuestamente indígena y con múltiples variantes, que a manera general dice:


.
Hay dos lobos en constante lucha dentro de ti, uno está lleno de maldad, ira, venganza y destrucción. Otro es pura bondad, está lleno de amor, compasión y alegría. Gana el que tú alimentas.


Se puede desear escalar por el mundo, pisoteando a los demás, sin miedo de las repercusiones que nuestras acciones puedan tener o no en otras personas; se puede romper el corazón de otra persona o lastimar sus sentimientos sin querer o por el puro placer de ver a otra persona sufrir, pero la raíz de estas acciones que, dependiendo de cada cultura, pueden ser vistas como buenas o malas, se esconden en el deseo de obtener algo que nos satisfaga. Como dice el proverbio Klingon: 



La venganza es un platillo que se sirve mejor frío.




¿Cuál es esa delgada línea que al cruzarla puede significar el enloquecer de un hombre o su alcance hacia la virtud? ¿Por qué, aunque mal vista, puede ser tan deliciosa una venganza contra aquellos que nos han hecho mal, o bien dicho, la búsqueda de un bien de otra persona que nos afectó tan severamente? Quizá por ello mismo, porque el sentimiento de retribución se siente bien y nos sienta bien, al menos para algunos al principio. El presumir algo que otros desearían. El saber que se tiene la razón. Que se ha ganado en algo. La sensación de superioridad, o simplemente un pensamiento malsano de diversión a costa de los demás. Todas son formas de egoísmo que pueden llegar a satisfacer hasta la persona más santa.

Quizá una respuesta a esto sea que, al final del día, somos tan similares, además de genéticamente, a otros animales. ¿Se puede hablar de oscuridad o luz en una leona que acaba de devorar un alce? ¿podemos decir que las mantis son malvadas por devorar la cabeza de su compañero? o ¿es una plaga de langostas culpable por arrasar con el cultivo del que dependía una familia pobre para sobrevivir?

A pesar de que estas cuestiones plantean una percepción subjetiva de la luz, la oscuridad y sus múltiples tonos de gris, hay verdades universales que quizá también están arraigadas en nuestro comportamiento como una especie más de este mundo: el asesinato es siempre visto como algo malo, no importa lo que digan los psicópatas o tus leyes locales, una tradición guerrera o algún dios extraño; matar según quienes han matado, siempre se siente mal. Al menos al principio.

La luz y la oscuridad pueden llegar a ser compañeras terriblemente subjetivas, y más cuando se encuentran detrás de acciones tan sutiles como sentir una vaga alegría justo en aquel momento cuando te enteras de que esa persona que amaste acaba de cortar con la persona por quien te cambió, o cuando sonríes al saber que alguien que te hizo mal  a ti o a alguien que aprecias recibió, aunque sea por la vida o un tercero, su “justo” merecido.

Justo.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Él

De lo que me gusta más es observarlo actuar, y no hablo de que sea actor (gracias al cielo que no lo es); hablo de tomar su cámara y hacer lo suyo, incluso más suyo que mio, es como si se convirtiera en otro ser, con el mismo cabello despeinado, con la misma ropa de dormir y su boca apretada, como si nunca hubiera salido palabra alguna en toda su vida; en cambio, sus ojos pasan de ser lejanos para ser objetivos, su tono de voz se convierte en amenazante que algunas ocasiones no aguanto la excitación que provoca, le quito su cámara y lo beso. Es como si le diera vida a lo artificial, como si llenara de luz un espacio vacío; su arte es el de la luz.

Es hermosa la forma en que algunos pocos segundos se convierten en eternidad para mí, y en eternidad de la buena, de la que nunca quisiera que acabara; verlo de perfil con la cámara es de los mejores placeres pequeños de los cuales soy poseedor, él ajustando la velocidad y el diafragma correcto para dejar entrar la luz exacta para crear un buen ambiente, que me recuerda las veces que nunca es demasiado y que nunca es suficiente cuando estoy a su lado; él tomando el lente y ajustando al perfecto enfoque que me recuerda que debo de practicar para ser mejor en eso y que si se da cuenta que lo observo estropeare el momento -así que disimulo-; él tomando el angulo perfecto y recordándome que no debo de fiarme con las reglas primordiales, que tengo que buscar cosas nuevas y nuevamente, que tengo que practicar, practicar en todo; él presionando el botón que me recuerda a mi clases en la escuela de fotografía y lo feliz que era cuando asistía, las cortinas de la cámara, los espejos y la luz reflejada. Y después él mirando el resultado final y dibujándose una gran sonrisa, que me recuerda que ama más a su gato que a mí y que gracias a eso, confío en que es de verdad lo que nos decimos acerca de lo que sentimos. Y que nosotros tal vez no tengamos París, pero nos tenemos pase lo que pase.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sombra.

Sombra

Todo ese tiempo estuve pensando en lo último que me dijiste, lo que me susurraste al final, tratando de analizarlo aunque lo único que lograba era dar vueltas por la cama, girando mi cabeza y moviendo los ojos en todas direcciones sin observar realmente. Las horas pasaron desapercibidas mientras el sol hacía su camino alrededor del mundo. Tampoco supe cuándo se comenzó a iluminar el cuarto a través de los pedazos de ventana que quedaban sin cubrir. Ya era de día cuando quedé dormido.

Creo que fue al anochecer que me despertaron los ruidos de tu llegada: llaves abriendo cerraduras, puertas rechinando, tus cosas cayendo sobre la mesa y tú haciendo lo mismo en el sillón. Sonidos casi imperceptibles, pero supongo que mi cerebro estaba ansioso por cualquier señal de tu presencia. No supe qué hacer. Quizás ahora viviría encerrado entre mis cobijas; serían la jaula que me protegería del mundo. Te escuché quitarte los zapatos con el sonido hueco de las suelas al caer al piso; prepararte la cena en silencio, el rozamiento de los cubiertos con los platos, tus mandíbulas al masticar; todo en movimientos lentos que delataban la fallida intención de hacer el menor ruido posible.

Era insoportable y, con los ojos cegados por la ahora completa oscuridad del cuarto, preferí salir a enfrentarte. Detuve la mano en el pomo de la puerta. Aún no sabía qué decir. No es fácil ser traicionado, pero tampoco es tan sencillo ser quien encaja el puñal. Yo, aunque apenado, no me arrepentía. No sentía la autoridad moral suficiente como para pedir perdón, porque realmente estaba seguro de haber hecho lo mejor.

Además de todo, tú estabas cansada y yo demasiado abochornado por el encierro, fastidiado de no moverme más que de la cama a la puerta. Hubiéramos terminado en lágrimas; tus lágrimas. Ahora lo sabes: sí me importaba. La posibilidad de ahorrarte más dolor era suficiente para hacerme cambiar todos los planes. Me aguanté, entonces, las ganas de salir a comer, estirar los músculos un poco y contraer las pupilas. Después de un par de horas escuché que te ibas al otro dormitorio. Ni siquiera entonces me atreví a salir. Después de un rato estaba nuevamente dormido, creo por pura tristeza. Me parece que ese fue el verdadero inicio.

Me quedé ahí, solo y desnudo, con una somnolencia sobrenatural como mi compañera. Pasé quizá semanas en una inconsciencia intermitente, de la que sólo despertaba para escuchar a través de los muros los ruidos que hacías al llegar y al irte de casa. Nunca me buscaste. Me daba la impresión de que intentabas pasar fuera el mayor tiempo posible. En un comienzo navegaba entre oleadas de pesadillas, contrapuestas con escenas hermosas que no sé de dónde saldrían, pero poco a poco mi mente fue quedándose tranquila, vacía, como si se estuviera purgando de todo lo innecesario. Luego ya no soñaba nada. Oía tus ruidos, sintiéndome cada vez un poco más intranquilo. Quería salir y verte, estar junto a tu cuerpo.

Me olvidé de todo lo que había pasado antes, tiempo después ya no recordaba ni tu nombre. Me comencé a sentir ligero y ágil. Realizaba movimientos muy mínimos, aunque los hacía sin siquiera percatarme. Estaba en un extremo del cuarto y luego del otro, así sin más. Perdí el sueño, al igual que todo sentimiento que no fuera la obsesión de escucharte y estar contigo. Dejé de dormir, sin embargo no me sentía realmente despierto salvo cuando te percibía. Volvía a estar consciente únicamente cuando estabas cerca, como si ahora mi consciencia te perteneciera. Entonces ya sólo me quedaba eso: una conciencia. Una conciencia prestada, sin memoria o razonamiento alguno.

No supe en qué momento mi voluntad de seguirte me rebasó. Tan sólo recuerdo haber sentido la luz quemándome por un instante y después ya estaba tras de ti, mis pies pegados a los tuyos. Me acostumbré a la iluminación para ver vi mi cuerpo como una mancha translúcida que se derramaba por toda superficie. Tú no lo notaste, pero cuando comenzaste a caminar me arrastraste contigo. Ahí fue cuando lo supe todo, lo que sucedía ahora y lo que ya había sido.

De lo que no tengo idea es de qué pasó con lo que yo era antes. A lo mejor si me encuentran van a pensar que se me escapó el alma en un suspiro, cuando yo creo que fue al revés.

jueves, 30 de agosto de 2012

LA LUZ


La luz es un concepto que para ser descrito, se necesitan de más conceptos, la luz siempre significa energía; La Física describe a la luz como radiación electromagnética que puede ser captada por el ojo humano. En Química, la luz es la radiación que se mueve en ondas y se propaga a través del vacío, la luz es la velocidad máxima del universo, nada es más rápido que ella.

Sólo una pequeña parte de la luz es visible por el ser humano, vibra en una frecuencia específica que se sintoniza con la del ser humano y su maquinaria orgánica. La luz para el ser humano siempre significa blanco; el blanco para la psicología representa paz, tranquilidad, libertad, porque cuando nosotros imaginamos blanco, un sentimiento provocado por el organismo invade nuestro cuerpo y nos relaja.

La luz siempre significa claro, cuando despertamos y abrimos los ojos, la luz inunda nuestra mente y nos reanima, somos capaces de distinguir, aun cuando estamos a oscuras. Pero la claridad no sólo es externa, sino también interna, ¿cuántas veces no nos sentimos iluminados de la cabeza? ¿Cuántas veces no tenemos una idea? Cuando es a las dos de la mañana se le llama inspiración. Siempre somos capaces de pensar más claro, con luz, porque nos relaja y nos concentra.

La luz nos vibra, nos vibra en varias frecuencias, ¿qué tal las luces neón, o los rayos láser? Que tal este tipo de luces en una oscuridad azulosa. ¿Y la luz de las velas? Esa luz cálida y romántica, porque cuando está a oscuras, sólo alcanza para dos personas. Yo en lo personal, amo la luz del sol, es una luz que nos ánima, que envuelve, que quema, pero si le agregamos playa, se convierte en una luz divertida, necesaria, alegre.

Las vibraciones que nos produce estar en contacto con cualquier tipo de luz, propaga energía; esta energía puede ser interpretada por el cuerpo como emociones, entonces también la presencia o ausencia de luz también son sentimientos. El estado emocional, mental y corporal nos permite vibrar de cierta manera y ser receptivos con la luz, gozar de la clarividencia es ser sensible a otro tipo de luz y sus frecuencias.

La sensibilidad a la luz es una forma de experimentar con el espíritu, de hecho el espíritu o aura, pueden ser medidos con fotografías que captan otro tipo de radiaciones energéticas de luz, que provienen de centro energético del cuerpo. Las interpretaciones de los colores captados en las fotografías nos hablan de la personalidad, a grandes rasgos, del comportamiento del ser humano. La meditación propone que podemos alinear nuestras chacras y permitir que “la luz fluya a través de nosotros”, y así alcanzar una vida espiritual plena.

La luz también es una clasificación espiritual, que algunas disciplinas asocian con ángeles basados en cálculos números que describen predisposiciones astrológicas, según el día, mes y año que naciste, siendo 6 la luz completa. Refuerzan estas afirmaciones con rasgos de personalidad e inclinaciones mentales, cuestiones que se pueden leer en la cara, la postura, la textura de la piel, la forma del cabello y la sensación que causas en una primera impresión, la forma en la que se expresa tu cuerpo.

Yo asocio esta descripción con dos términos Freudianos “Eros y Tánatos” donde Eros es luz y Tánatos oscuridad. Freud decía que los Eros tendían a la pulsión vida, creación, creatividad, sexualidad, alimentación y protección, ayuda comunitaria; los Tánatos tendían a la pulsión de muerte, de oscuridad, descendían al su inframundo, son personas más bien cerradas, mentales, introspectivas, más bien espías al asecho, decididas.

Los Eros, son personas que siempre tienen sueños, que siempre tienen planes, que siempre fantasean, porque están siempre creando. Pueden ser personas que sonrían y se les ilumine la cara, que les brillen los ojos, que sean rubias o muy bronceadas, como si guardaran la luz del sol en la piel o sobre el cabello. 

Los Tánatos, son más bien oscuros, blancos y pálidos de piel, pero con cabello oscuro, siempre lucen bien con negro, son personas que tienen tendencias autodestructivas como comerse las uñas, problemas de piel; por lo general siempre tienen una opinión y son personas más analíticas, y decididas; sus experiencias de vida siempre están relacionadas con muerte o pérdida. 

Las personas que trascienden su Tánatos adoptan actitudes Eros, como meditar, llenan su interior de luz, exploran ideas, se atreven a caminar fuera de la oscuridad mental, por lo regular, son personas sin prejuicios, que tienen una visión sobre la vida más revolucionada. 

Tal vez por eso se diga que hay personas grises, equis, que no alcanzan la plenitud de ninguna parte. Los Eros lucha por controlar esa luz irradiante y descontrolada, sentimental y clara. Los Tánatos son atraídos por la luz, algunos la alcanzan y le sobre pasan. La luz, la siempre significa vida, por eso he dado “a luz” este texto.

martes, 28 de agosto de 2012

Oscuridad


¿Sabes Nuria? No sé por qué te asustas tanto. Es solo un apagón. Ocurren a cada rato. Solo ve por unas velas. Aunque no veo el punto, mejor ven, anda, abrázame. No tengas miedo, cierra los ojos y piensa en esto: algunas de las mejores cosas ocurren a oscuras. Cuando me besas lo haces con los ojos cerrados, apretar los parpados hasta no ver es estar a oscuras; cuando duermes lo haces a oscuras; cuando ves una película la sala de cine esta  negra, salvo por alguna repentina escena luminosa que proyecta su luz hacia las butacas y de pronto deja ver algunos labios reencontrándose en lo que creía la seguridad de la penumbra; cuando disfrutas una melodía, cierras los ojos  y escuchas; cuando lloras debajo de las cobijas no hay luz (Llorar también es un placer ¿No crees?). El no ver, aumenta las sensaciones: el oído, el tacto, el gusto, el olfato. Su único enemigo es la vista  pues en realidad la oscuridad es amiga del cuerpo.

Pero bueno, descuida, en cualquier momento volverá la electriciad y podrás estar tranquila, sentirte segura de nuevo. Además no está tan oscuro, solo falta que tus ojos se acostumbren un poco. ¿Salimos a dar un paseo en lo que vuelve? Olvídalo, parece que se fue en toda la cuadra. ¿Te cuento una historia? ¿No? Está bien, de cualquier manera no tenía una buena. Pero no tiembles, abrázame mas fuerte, anda. Mira, no pasa nada ¿Ok? Ya vendrá la luz. Ya volverá.

Cuando Dios hizo el universo ¿Qué había? Nada, negrura. Dijo “Hágase la luz” pero nunca hizo la oscuridad, o sea que la oscuridad ya estaba hecha. Cuando cerramos los ojos, cuando morimos, cuando todo es negro, regresamos a los orígenes del universo, del alma. En realidad la luz no existe, solo la oscuridad. Siempre he creído que la luz solo es, en realidad, la ausencia de oscuridad. Y no al revés.

Ven, dame tu mano. Te acuerdas cuando te dije que te amaba por primera vez, la luna brillaba y, no sé, me sentí protegido por la noche y ese impulso primitivo de la necesidad de ti (el origen, la pasión) me asaltó, y te dije. Y cerraste los ojos mientras sonreías y tu corazón palpito más rápido, igual que el mío. Y no respondiste nada, pero con la sonrisa y el beso que me diste lo entendí todo. Y abrimos los ojos y regresamos del mundo extraño al que nos fuimos y volvimos a la tierra, donde del recuerdo de ese lejano y bello mundo oscuro de ojos cerrados y labios entreabiertos, aun permanecía entre nuestros dientes. ¿Ves? La oscuridad no es tan mala. Se ama mejor a oscuras. El amor está hecho para la lobreguez.

Mírame con tus manos, en lo que vuelve la luz. Me gusta recorrer tu rostro con las mías. Tapar tus poros al tacto de mis yemas, sentir tus cejas, tus pestañas, y sorprenderte con un rápido beso en un pómulo. Ámame, rápido, antes de que vuelva la luz. Ámame deprisa, que cuando la luz regrese no será lo mismo, no sentiremos igual, no sabremos igual, no oiremos igual, no oleremos igual. Ámame pronto, que si el foco se prende, perderemos el amor. Cómo me gusta que se vaya la luz, y que no nos demos cuenta de que vuelve sino hasta minutos después, cuando finalmente abrimos los ojos. Mira, ya regresa. Te lo dije.



Abro los ojos. La luz está ahí, pero la sala esta vacía. El cuarto, solo. La cocina deshabitada. La luz está ahí, pero la casa está como ausente. Quizás me gusta la oscuridad porque hace tiempo que te has ido y solo te puedo ver en la oscuridad, cuando cierro los ojos. Quizá. Pero al sentir la luz, al abrir los parpados, la soledad, la verdad, la realidad, el presente (no los orígenes), la ausencia, agolpan y se me vienen encima como una erupción volcánica, y relámpagos de todo ello caen sobre mi cuerpo y me queman. La luz me quema. Sé que no falta mucho tiempo para que el dolor comience a asustarme y odie tu recuerdo, y que entonces me aterre la oscuridad, que engendró a la luz, y la piense aborrecible  porque hace tiempo que te has ido y, cuando cierro los ojos, te veo en la oscuridad.



lunes, 27 de agosto de 2012


La Ciudad



Mi némesis es esta ciudad. Cualquier ciudad.

Sus calles, sus autos y su aire. No es rencor u odio. Es sólo que siempre he preferido, desde pequeño, los lugares alejados de las grandes urbes. Lejos de las grandes manchas de concreto. San Luis es bella, es como una dama arreglada para la noche y algo desaliñada por la mañana. Siempre es más bello para mí el San Luis nocturno y misterioso, sus vampiros deambulando en busca de cariño. Pero me atraen más la humedad de la tierra suelta llena de hojarasca y la sequedad del desierto; a diferencia de nuestros parques, me gusta ver árboles sin arreglo alguno, sin alineamiento, aleatorios como la vida.

La primera vez que salí al exterior, fuera de esta colmena humana, me sorprendí ver otra cosa que no fueran casas, puentes, negocios y edificios altos. Mis ojos se asombraban de ver cómo los árboles y el paisaje cambiaban en ruta de San Luis a Michoacán; me maravilló el extenso desierto altiplano, el bajío, el centro y el sur. Sobre todo despertaba en mi un sentimiento de espanto y reverencia por la naturaleza cada vez que llovía con furia sobre la enorme laguna de Pátzcuaro. El simple olor de tantos árboles, tanta vegetación, tanto verde irritaba al principio mi olfato, acostumbrado al humo y la contaminación.

Pero tiempo después, la canción de tantas aves y todo aquel polvo esmeralda cubriendo la tierra me ganó, me ganó para siempre. Y el desierto no es menos bello: su quietud y la antigüedad que despide no se pueden comparar. Es tan solemne y vasto como el mar, y puede ser igual de cruel cuando no se le sabe tratar. Sus vientos rugen y con ellos carga el polvo de milenios y huesos. El mar, la montaña, el pantano y la pradera, no se diga más.

Entonces regresé.

Tenía 12 años y volver a la mancha de San Luis, incluso desde antes, a la de la ciudad de Morelia, aunque muy bella, significó para mi un golpe de tristeza que aun me hace sentir un gran vacío que sólo la nostalgia puede intentar llenar. Cambié las canoas por autos, la espuma del lago por humo, y el verde del bosque por el gris del cemento. El ruido, después de regresar a la ciudad es quizás el peor y más en el centro de cualquier ciudad. Sí hay aves, pero más que nada palomas. Sí hay árboles, pero a penas sobreviven.

Y a pesar de que la mano del ser humano alcanza actualmente casi cada rincón del mundo, la Luna y Marte, mi corazón añora siempre aquellos lugares donde nuestra presencia no sea tan necia, donde no sintamos la necesidad de asfixiar la tierra con más concreto, de querer dominar los arroyos para entubarlos, de arrebatarle a los árboles su espacio sólo porque se negaron a crecer sus raíces bajo las banquetas.

Por eso San Luis y toda ciudad es mi némesis: es mi Magneto, es mi Guasón, es mi correcaminos y mi Lex Luthor; porque a veces la odio y a veces la amo, porque por más que la odie no puedo matarla ni dejarla a su suerte, porque a veces es bella y me hace preguntar ¿por qué no puedo dejarla? Y otras veces pienso que así como las abejas son para su colmena, así nosotros los humanos somos para La Ciudad: con su reina en el centro rodeada de zánganos alimentados por las abejas obreras, creciendo a lo largo y lo ancho por años. Y quizás este sea nuestro destino, crecer y crecer hasta devorar La Tierra.


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viernes, 24 de agosto de 2012

Némesis: Cuarto Oscuro

Aún no podía digerir la hazaña de haberme acostado con semejante personaje, aún no, ni caminando una noche de verano, sin lluvia; pensaba y repasaba mentalmente, para mí, cada detalle de su cuerpo, sus nalgas peludas y sus piernas de acero, el sabor de su miembro, aún las ganas me remojaban la boca y seguía lamiéndome las comisuras de la boca, cuando me detienen << IFE, por favor >>.

Entre a un lugar de fachada modesta, -este lugar tiene una fama interesante- arrastrado por el morbo decidí visitarlo, justo después de pasar la revisión obligatoria, en un letrero electrónico de luces leds circulaba un curioso mensaje: “Deja tu celular en guardarropa, cuida tus pertenencias, protégete”. Sin pensarlo, así lo hice, apague mi equipo celular, lo eché en un cierre secreto de la chamarra de piel que me quite de inmediato y me introduje en un lugar angosto, de barras serpentinas, apenas anchas para el diámetro de una cerveza, los puntos del disparador láser alumbraban las pantallas con películas pornográficas.

No pude evitar clavar la vista en la pantalla plana más grande que tenía frente de mí, dos hombres musculosos estaban en un taller mecánico, se arrimaban la herramienta y se chupaban los pezones, - ¡Qué rico! – pedí una cerveza en la barra y me senté a observar el mete y saca, era demasiado excitante ver como el pelón velludo le hacía una mamada al tatuado musculoso al ritmo del israelí Offer Nissim.

Había muy poco que ver, algunas personas, algún cincuentón sobándose la pinga en un rincón, los cantineros, un joven solitario y el dj. El resto de la gente llegaba lentamente, busque un buen lugar para observar el show, el centro de la barra. Iba en la segunda cerveza cuando las películas porno se detuvieron, empezó algún collage de imágenes de los cuerpos más sobresalientes de los deportistas olímpicos 2012, de repente, descubrimos que era la introducción al primer encueratriz de la noche, un chico de piel clara, amarillenta y calzones negros, ojos rasgados y pectorales cuadrados, grandes, con unos pezones redondos y justos.

Al subir a la barra, se puso a bailar, su erección se notaba demasiado, un poco falsa, pero poseía buena anatomía, era seductor, pícaro, giñaba sus ojos al público poco animado, aletargado; movía sus caderas de manera cadenciosa, se desplazaba de manera ágil a lo largo de la barra, movía sus musculosas piernas rítmicamente, se tomaba el paquete y lo ofrecía, señalaba aquí y allá. Guiñaba el ojo y sonreía. Había llamado nuestra atención.

Entonces en la segunda canción, nos dio la espalda, se miraba a así mismo en espejo que completaba una escena del infierno pintada en la pared, con ángeles caídos, hombres desnudos, erectos; demonios de  las cavernas. Se tomaba de las caderas y nos enseñaba las nalgas, era una persona atrevida, sus ojos rasgados le daban un toque místico, exótico; estaba a punto de conquistar al grupo que no estaba hipnotizado.

Lentamente se bajo los calzones y nos mostraba la piel de su cadera, sus músculos se notaban completos, no poseía mucha grasa muscular, su piel era pálida y lisa, limpia; los puntos láser se le clavaban como tatuajes a su cuerpo, sonreía, disfrutaba estar arriba y ser objeto de morbo, la gente se juntaba en la barra, quería tocarlo; él nos seducía, se agachaba, se volteaba y movía las nalgas de una manera sensual. Se para la música, se bajan las luces y de espaldas al público se baja completamente el bóxer, nos enseña el culo, todos lo mirábamos.

-¡Capen!- se escuchó.

Al voltear, su tremenda erección perdía un poco de fuerza pero se mantenía erguida, se contoneaba y golpeaba sus piernas, de un lado a otro, un mástil, con bella forma, se te antojaba cualquier tipo de cosa en esa persona. Se agacha y se la ofrece a uno, su verga golpea su cara, se sonroja, regresa al centro de la barra y para terminar su número, se quita el condón que le aglutinaba la sangre y empieza a desinflarse. De un brinco se baja, dice adiós con una mano. Al retirarse se movían sus nalgas, entre el humo.

La música vuelve a subir de volumen, después de la cuarta cerveza, voy al baño, pero al entrar me llevé una sorpresa, era un cuarto oscuro, repleto de hombres, no supe a qué hora llegaron, pero estaban listos, algunos ya coqueteaban entre ellos. Regresé a mi ligar, caliente, pero estaba ocupado por un joven, maduro, era libanes, sus facciones lo delataban.

En la barra había ya otros dos hombres bailando, me había tomado tiempo salir del baño. Pase derecho hasta encontrar unas escaleras, arriba había un cuarto de lado de un letrero: “camerino”. Pensé mal y dije << Es ahí, donde se dan los privados >>. Entré muy confiado de encontrar algo más entretenido, pero veo un montón de hombres fumando a oscuras, viendo una película porno. Se abre la puerta atrás mío, y entra el primer stripper frotándose las manos, en bóxer.

Le invito un cigarro y lo enciende conmigo, sin hablar lo estudie detenidamente, él sonreía. Le pregunté que si hacían privados, él contestó que no se permite eso, no podían aceptar privados. Pensé: << ¿Y qué tal salir juntos del antro? >>, no lo dije, sólo lo miraba.

-Bailas muy bien, allá arriba, eres guapo y tienes buen cuerpo- sonreí.

Se fue, dijo que tenía que hacer un show todavía, en un rato, se despidió, <<Nos vemos en un rato>>. Terminé el cigarro, lento. Concentré la mirada en la película al fondo, y las piernas de actor me recordaron las del futbolista, se me prendió la pinga. Salir directo a la barra y pedí otra cerveza, quién sabe cual era. Volví al centro de la barra y me incorporé al número, que estaba acabando.

La gente ahí no baila nada, todos están parados, bebiendo, mirando, el trato es muy frío, pero el ambiente caliente, regresé al baño y de entrada un chico en plena mamando a otro, a dos manos. Estaba congestionado, entonces me estacioné en un sitio, viendo pasar. A mi lado estaban dos hombres altos, uno corpulento otro más bien marcado, flaco; por detrás un mano que me rosa las nalgas y por delante otra me toca la entrepierna. Con los brazos me levanté la playera.

Uno me desabrochaba el cinturón y otro me lamía el dorso, uno me la sacaba y el otro me acariciaba. Calentamos un poco, pero se arrepintieron, todavía era temprano. Justo enfrente de nosotros los chicos que estaban antes en la entrada, estaban teniendo un orgasmo exprés. Mientras uno se la metía toda, el otro inhalaba de un frasco café, fue tan intenso y excitante verlos ahí, en el centro, gozando. Todos queríamos también. Las cosas se iban calentando a fuego lento, por las tinieblas se veían fogonazos de calentura. Muy pocos hacían del baño, pero todos se detenían.

Salí a la barra y pedí otra cerveza, estaba muy excitado, hoy cualquier cosa podría pasar, lo que fuera, con quien fuera, salgo y descubro a mi gigoló en bailando, sin ropa, le estiro la mano y se acerca, se agacha y me dice << ¿La quieres? >> Cuando me la pone en la mano, la tenté y estaba firme, la estrujé y se puso dura, con la cabeza asentaba, “sí” de arriba abajo con una sonrisa. Se para y me mueve las nalgas.

Observo cómo termina el número, pero estaba vez no se despide, sale corriendo al camerino, justo a la entrada buscó mi mirada y me hizo una seña: << Espérame >>. Terminé mi cerveza y pedí un tequila derecho, lo tomé de un trago y un golpe en la mesa, regresé al baño. Entré esta vez sin playera, con el cinturón abierto con una cosa en la mente, ¿qué tal un rapidito? Claro que sí; me estacioné en el mismo lugar o cerca, ahí estaba mi suerte, nadie se acercaba, cuando veo un tumulto en lo más oscuro.

Era un orgía, todos estaban tomados de otros dos, no sabía cómo; bocas, manos, piernas, nalgas, manos y más manos, se entrelazaban sincronizados. Uno más no vendría mal, y me acerque envalentonado, me colé entre dos de los cuales no recuerdo sus caras o la forma de sus cuerpos, era un espacio vacío, de probabilidades inmensas. Estaba a punto de venirme entre el toqueteo y me arrepentí, la noche todavía no moría.

Fui al mingitorio a orinar la excitación, sonreía mientras miraba el techo. Salí del baño y al fondo, veo una mano arriba, había pocas personas en el lugar. Estaba vestido, me pareció más flaco pero igual de cachondo. – Me llamo Manuel ¿y tú? – Soy Némesis dije y se carcajeo. Pensó que le mentía, no me importó. Se sorbió un varo de agua entero, con un tiro de cabeza me insinúa que si nos vamos.

Recogí mi chamarra, todavía olía a fragancia, salgo del lugar y Manuel me está esperando en un taxi, con la puerta abierta. Subo al auto y nos besamos, el taxi se arranca.