viernes, 30 de noviembre de 2012

Poesía y murmullos

Si tuvieses la elocuencia necesaria, ella se enamoraría. Bastaría un verso, una sola frase ocurrente que desate un tsunami de carcajadas. Pero ella no ríe mucho. Ni tú. Son dos tipos serios que se miran a lo lejos, a kilómetros de distancia en la mente y a medio metro en el cuerpo. Menos. Sentados lado a lado, sus codos casi se tocan. Alrededor de ustedes otras personas se sientan alrededor de la mesa, como torres y murallas que la protegen. En algún lado la habrás visto. No es muy guapa, tiene la frente muy amplia, pero lo disimula con un fleco y unos lentes de armazón grueso y poco aumento, su nariz se tuerce un poco. Sin embargo, sus ojos tienen una fuerza oscura y fría, no se ríen. Apenas y su boca se tuerce un poco ante el comentario gracioso del chico gordo que los mira de frente.

(Un día seré poeta y escribiré sobre este día  Seré poeta y hablaré sobre mañana. Poesía y murmuros sobre el ayer y mi vida. Mis escritos no hablaran de nada. Hablaran de mi. Siempre hablaran de mi, o lo que es lo mismo: de ti, porque en un momento no se podrá hablar de uno sin hablar del otro.)

En el escenario una chica toca el saxofón acompañado por un contrabajo, una guitarra y un teclado. El baterista los observa desde la puerta del sanitario. Se escucha la voz de un tipo que nunca habla. Le dice algo a la chica. Le pregunta su nombre. Cuando responde, la banda vuelve al tema y no alcanzas a escuchar.  El mesero llega con una charola llena de bebidas alcohólicas. ¿Porque sigues viniendo a estos lugares si tu no tomas? El chico gordo mira fijamente a la mujer. No es la única: tres personas mas allá otra chica se besa con un tipo que bien podría ser su novio. Sirven la primer ronda de bebidas.

(Una vez vine aquí con una chica que me gustaba. Nos sentamos en aquella mesa. Escuchábamos a otra banda. Besaba bien. Sobre todo al final, cuando le urgía quedarse para no perderme al cruzar la puerta. Qué fue exactamente lo que ocurrió.)

Sirven la segunda ronda de bebidas. El silencio incomodo que se daba a ratos en la mesa se comienza a disipar. El alcohol une a la gente desde los tiempos ancestrales. La chica mira a un tipo que esta en un extremo de la mesa, le sonríe. Al menos ahora sabes que conserva esa habilidad, pero sólo la usa a conveniencia. Miras tu mano, distraído. Platicas ocasionalmente con el amigo que te invitó. La chica de la banda ahora canta un tema viejo. Te ofrecen una copa de alcohol. Uno tiene que probar de todo en la vida.

(El alcohol es malo: causa daños irreversibles en tu cerebro. El alcohol aumenta tu esperanza de vida. El alcohol es vida. Los ebrios siempre dicen la verdad, la verdad es buena, entonces el alcohol es bueno).

Sirven la tercera ronda. Cuando dejas de ver a la banda, notas el cambio en la mesa. Todos ríen. La chica que te gusta platica con un tipo y lanza unas carcajadas gigantes. Enormes. Tsunamis. La chica de la banda baja del escenario. El publico aplaude. Comienza a sonar música de fondo, grabada. Baja del escenario y se sienta a la mesa con un chico. Le da un pequeño beso en los labios.

(Si supieras lo que pienso hermano, seguramente me odiarías.)

-No me imagino qué escribes en esa libreta.- Dice. Batalla para articular las palabras.
-Yo tampoco.
Ríe. Contigo.
-Me gustas.- Confiesa, ebria. Tu no has tomado suficiente como para perder la cordura. A ella se le nota el alcohol corriendo por las venas. Los ebrios siempre dicen la verdad. Ella es guapa, pero no te atrae, le falta actitud. Tiene el cabello rojo, y todo el semblante putil que hace falta para que una chica no te atraiga. La chica que te gusta se besa con un hombre, justo a tu lado. Te paras. Es tarde. Te faltó elocuencia y un poco de alcohol en la mirada.

(Esa chica es una poesía fugaz. Se cierra, se guarda en el estante, se piensa dos o diez veces y se olvida.)

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