domingo, 23 de septiembre de 2012

Preludio.

Uno se queda así, en absoluto silencio por primera vez. Sin distracciones, se puede escuchar el susurro de tu alma escapándose del cuerpo. Sólo entonces pueden hacer su entrada la tranquilidad y el miedo, uno a la vez. Pero el orden no lo decide uno. Es una reacción involuntaria, algo que te puede alterar los nervios al punto de morir.

Resbalas en un charco formado por tu propia sangre, que se ha derramado tan rápido que realmente te soprenderías de estar tirado ahí, si aún tuvieras la capacidad. Gritas de manera inaudible haciendo que tu garganta se desgarre y el líquido rojo del que tu vida depende, comienza a fluir por la tráquea. Comienzas a ahogarte mientras que tus oídos arden, negándose por completo a seguir funcionando. Tu vista se deteriora a cada segundo que pasa, hasta que ya no puedes darte cuenta de nada y el único universo que percibes es el dolor. El universo es dolor.

Todo pasa muy pronto. En un instante dejas de sentir. Todo se vuelve, si cabe, más silencioso que antes y entras en completa paz. Estás real y absolutamente tranquilo, por la simple razón de que has dejado de estar vivo.


Preludio.

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