viernes, 24 de agosto de 2012

Némesis: Cuarto Oscuro

Aún no podía digerir la hazaña de haberme acostado con semejante personaje, aún no, ni caminando una noche de verano, sin lluvia; pensaba y repasaba mentalmente, para mí, cada detalle de su cuerpo, sus nalgas peludas y sus piernas de acero, el sabor de su miembro, aún las ganas me remojaban la boca y seguía lamiéndome las comisuras de la boca, cuando me detienen << IFE, por favor >>.

Entre a un lugar de fachada modesta, -este lugar tiene una fama interesante- arrastrado por el morbo decidí visitarlo, justo después de pasar la revisión obligatoria, en un letrero electrónico de luces leds circulaba un curioso mensaje: “Deja tu celular en guardarropa, cuida tus pertenencias, protégete”. Sin pensarlo, así lo hice, apague mi equipo celular, lo eché en un cierre secreto de la chamarra de piel que me quite de inmediato y me introduje en un lugar angosto, de barras serpentinas, apenas anchas para el diámetro de una cerveza, los puntos del disparador láser alumbraban las pantallas con películas pornográficas.

No pude evitar clavar la vista en la pantalla plana más grande que tenía frente de mí, dos hombres musculosos estaban en un taller mecánico, se arrimaban la herramienta y se chupaban los pezones, - ¡Qué rico! – pedí una cerveza en la barra y me senté a observar el mete y saca, era demasiado excitante ver como el pelón velludo le hacía una mamada al tatuado musculoso al ritmo del israelí Offer Nissim.

Había muy poco que ver, algunas personas, algún cincuentón sobándose la pinga en un rincón, los cantineros, un joven solitario y el dj. El resto de la gente llegaba lentamente, busque un buen lugar para observar el show, el centro de la barra. Iba en la segunda cerveza cuando las películas porno se detuvieron, empezó algún collage de imágenes de los cuerpos más sobresalientes de los deportistas olímpicos 2012, de repente, descubrimos que era la introducción al primer encueratriz de la noche, un chico de piel clara, amarillenta y calzones negros, ojos rasgados y pectorales cuadrados, grandes, con unos pezones redondos y justos.

Al subir a la barra, se puso a bailar, su erección se notaba demasiado, un poco falsa, pero poseía buena anatomía, era seductor, pícaro, giñaba sus ojos al público poco animado, aletargado; movía sus caderas de manera cadenciosa, se desplazaba de manera ágil a lo largo de la barra, movía sus musculosas piernas rítmicamente, se tomaba el paquete y lo ofrecía, señalaba aquí y allá. Guiñaba el ojo y sonreía. Había llamado nuestra atención.

Entonces en la segunda canción, nos dio la espalda, se miraba a así mismo en espejo que completaba una escena del infierno pintada en la pared, con ángeles caídos, hombres desnudos, erectos; demonios de  las cavernas. Se tomaba de las caderas y nos enseñaba las nalgas, era una persona atrevida, sus ojos rasgados le daban un toque místico, exótico; estaba a punto de conquistar al grupo que no estaba hipnotizado.

Lentamente se bajo los calzones y nos mostraba la piel de su cadera, sus músculos se notaban completos, no poseía mucha grasa muscular, su piel era pálida y lisa, limpia; los puntos láser se le clavaban como tatuajes a su cuerpo, sonreía, disfrutaba estar arriba y ser objeto de morbo, la gente se juntaba en la barra, quería tocarlo; él nos seducía, se agachaba, se volteaba y movía las nalgas de una manera sensual. Se para la música, se bajan las luces y de espaldas al público se baja completamente el bóxer, nos enseña el culo, todos lo mirábamos.

-¡Capen!- se escuchó.

Al voltear, su tremenda erección perdía un poco de fuerza pero se mantenía erguida, se contoneaba y golpeaba sus piernas, de un lado a otro, un mástil, con bella forma, se te antojaba cualquier tipo de cosa en esa persona. Se agacha y se la ofrece a uno, su verga golpea su cara, se sonroja, regresa al centro de la barra y para terminar su número, se quita el condón que le aglutinaba la sangre y empieza a desinflarse. De un brinco se baja, dice adiós con una mano. Al retirarse se movían sus nalgas, entre el humo.

La música vuelve a subir de volumen, después de la cuarta cerveza, voy al baño, pero al entrar me llevé una sorpresa, era un cuarto oscuro, repleto de hombres, no supe a qué hora llegaron, pero estaban listos, algunos ya coqueteaban entre ellos. Regresé a mi ligar, caliente, pero estaba ocupado por un joven, maduro, era libanes, sus facciones lo delataban.

En la barra había ya otros dos hombres bailando, me había tomado tiempo salir del baño. Pase derecho hasta encontrar unas escaleras, arriba había un cuarto de lado de un letrero: “camerino”. Pensé mal y dije << Es ahí, donde se dan los privados >>. Entré muy confiado de encontrar algo más entretenido, pero veo un montón de hombres fumando a oscuras, viendo una película porno. Se abre la puerta atrás mío, y entra el primer stripper frotándose las manos, en bóxer.

Le invito un cigarro y lo enciende conmigo, sin hablar lo estudie detenidamente, él sonreía. Le pregunté que si hacían privados, él contestó que no se permite eso, no podían aceptar privados. Pensé: << ¿Y qué tal salir juntos del antro? >>, no lo dije, sólo lo miraba.

-Bailas muy bien, allá arriba, eres guapo y tienes buen cuerpo- sonreí.

Se fue, dijo que tenía que hacer un show todavía, en un rato, se despidió, <<Nos vemos en un rato>>. Terminé el cigarro, lento. Concentré la mirada en la película al fondo, y las piernas de actor me recordaron las del futbolista, se me prendió la pinga. Salir directo a la barra y pedí otra cerveza, quién sabe cual era. Volví al centro de la barra y me incorporé al número, que estaba acabando.

La gente ahí no baila nada, todos están parados, bebiendo, mirando, el trato es muy frío, pero el ambiente caliente, regresé al baño y de entrada un chico en plena mamando a otro, a dos manos. Estaba congestionado, entonces me estacioné en un sitio, viendo pasar. A mi lado estaban dos hombres altos, uno corpulento otro más bien marcado, flaco; por detrás un mano que me rosa las nalgas y por delante otra me toca la entrepierna. Con los brazos me levanté la playera.

Uno me desabrochaba el cinturón y otro me lamía el dorso, uno me la sacaba y el otro me acariciaba. Calentamos un poco, pero se arrepintieron, todavía era temprano. Justo enfrente de nosotros los chicos que estaban antes en la entrada, estaban teniendo un orgasmo exprés. Mientras uno se la metía toda, el otro inhalaba de un frasco café, fue tan intenso y excitante verlos ahí, en el centro, gozando. Todos queríamos también. Las cosas se iban calentando a fuego lento, por las tinieblas se veían fogonazos de calentura. Muy pocos hacían del baño, pero todos se detenían.

Salí a la barra y pedí otra cerveza, estaba muy excitado, hoy cualquier cosa podría pasar, lo que fuera, con quien fuera, salgo y descubro a mi gigoló en bailando, sin ropa, le estiro la mano y se acerca, se agacha y me dice << ¿La quieres? >> Cuando me la pone en la mano, la tenté y estaba firme, la estrujé y se puso dura, con la cabeza asentaba, “sí” de arriba abajo con una sonrisa. Se para y me mueve las nalgas.

Observo cómo termina el número, pero estaba vez no se despide, sale corriendo al camerino, justo a la entrada buscó mi mirada y me hizo una seña: << Espérame >>. Terminé mi cerveza y pedí un tequila derecho, lo tomé de un trago y un golpe en la mesa, regresé al baño. Entré esta vez sin playera, con el cinturón abierto con una cosa en la mente, ¿qué tal un rapidito? Claro que sí; me estacioné en el mismo lugar o cerca, ahí estaba mi suerte, nadie se acercaba, cuando veo un tumulto en lo más oscuro.

Era un orgía, todos estaban tomados de otros dos, no sabía cómo; bocas, manos, piernas, nalgas, manos y más manos, se entrelazaban sincronizados. Uno más no vendría mal, y me acerque envalentonado, me colé entre dos de los cuales no recuerdo sus caras o la forma de sus cuerpos, era un espacio vacío, de probabilidades inmensas. Estaba a punto de venirme entre el toqueteo y me arrepentí, la noche todavía no moría.

Fui al mingitorio a orinar la excitación, sonreía mientras miraba el techo. Salí del baño y al fondo, veo una mano arriba, había pocas personas en el lugar. Estaba vestido, me pareció más flaco pero igual de cachondo. – Me llamo Manuel ¿y tú? – Soy Némesis dije y se carcajeo. Pensó que le mentía, no me importó. Se sorbió un varo de agua entero, con un tiro de cabeza me insinúa que si nos vamos.

Recogí mi chamarra, todavía olía a fragancia, salgo del lugar y Manuel me está esperando en un taxi, con la puerta abierta. Subo al auto y nos besamos, el taxi se arranca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario