Aún no podía digerir la hazaña de
haberme acostado con semejante personaje, aún no, ni caminando una noche de
verano, sin lluvia; pensaba y repasaba mentalmente, para mí, cada detalle de su
cuerpo, sus nalgas peludas y sus piernas de acero, el sabor de su miembro, aún
las ganas me remojaban la boca y seguía lamiéndome las comisuras de la boca,
cuando me detienen << IFE, por favor >>.
Entre a un lugar de fachada
modesta, -este lugar tiene una fama interesante- arrastrado por el morbo decidí
visitarlo, justo después de pasar la revisión obligatoria, en un letrero
electrónico de luces leds circulaba un curioso mensaje: “Deja tu celular en
guardarropa, cuida tus pertenencias, protégete”. Sin pensarlo, así lo hice,
apague mi equipo celular, lo eché en un cierre secreto de la chamarra de piel
que me quite de inmediato y me introduje en un lugar angosto, de barras
serpentinas, apenas anchas para el diámetro de una cerveza, los puntos del
disparador láser alumbraban las pantallas con películas pornográficas.
No pude evitar clavar la vista en
la pantalla plana más grande que tenía frente de mí, dos hombres musculosos
estaban en un taller mecánico, se arrimaban la herramienta y se chupaban los
pezones, - ¡Qué rico! – pedí una cerveza en la barra y me senté a observar el
mete y saca, era demasiado excitante ver como el pelón velludo le hacía una
mamada al tatuado musculoso al ritmo del israelí Offer Nissim.
Había muy poco que ver, algunas
personas, algún cincuentón sobándose la pinga en un rincón, los cantineros, un
joven solitario y el dj. El resto de la gente llegaba lentamente, busque un
buen lugar para observar el show, el centro de la barra. Iba en la segunda
cerveza cuando las películas porno se detuvieron, empezó algún collage de
imágenes de los cuerpos más sobresalientes de los deportistas olímpicos 2012,
de repente, descubrimos que era la introducción al primer encueratriz de la noche, un chico de piel clara, amarillenta y
calzones negros, ojos rasgados y pectorales cuadrados, grandes, con unos
pezones redondos y justos.
Al subir a la barra, se puso a
bailar, su erección se notaba demasiado, un poco falsa, pero poseía buena
anatomía, era seductor, pícaro, giñaba sus ojos al público poco animado,
aletargado; movía sus caderas de manera cadenciosa, se desplazaba de manera
ágil a lo largo de la barra, movía sus musculosas piernas rítmicamente, se
tomaba el paquete y lo ofrecía, señalaba aquí y allá. Guiñaba el ojo y sonreía.
Había llamado nuestra atención.
Entonces en la segunda canción,
nos dio la espalda, se miraba a así mismo en espejo que completaba una escena
del infierno pintada en la pared, con ángeles caídos, hombres desnudos,
erectos; demonios de las cavernas. Se
tomaba de las caderas y nos enseñaba las nalgas, era una persona atrevida, sus
ojos rasgados le daban un toque místico, exótico; estaba a punto de conquistar
al grupo que no estaba hipnotizado.
Lentamente se bajo los calzones y
nos mostraba la piel de su cadera, sus músculos se notaban completos, no poseía
mucha grasa muscular, su piel era pálida y lisa, limpia; los puntos láser se le
clavaban como tatuajes a su cuerpo, sonreía, disfrutaba estar arriba y ser
objeto de morbo, la gente se juntaba en la barra, quería tocarlo; él nos
seducía, se agachaba, se volteaba y movía las nalgas de una manera sensual. Se
para la música, se bajan las luces y de espaldas al público se baja
completamente el bóxer, nos enseña el culo, todos lo mirábamos.
-¡Capen!- se escuchó.
Al voltear, su tremenda erección
perdía un poco de fuerza pero se mantenía erguida, se contoneaba y golpeaba sus
piernas, de un lado a otro, un mástil, con bella forma, se te antojaba cualquier
tipo de cosa en esa persona. Se agacha y se la ofrece a uno, su verga golpea su
cara, se sonroja, regresa al centro de la barra y para terminar su número, se
quita el condón que le aglutinaba la sangre y empieza a desinflarse. De un
brinco se baja, dice adiós con una mano. Al retirarse se movían sus nalgas,
entre el humo.
La música vuelve a subir de
volumen, después de la cuarta cerveza, voy al baño, pero al entrar me llevé una
sorpresa, era un cuarto oscuro, repleto de hombres, no supe a qué hora
llegaron, pero estaban listos, algunos ya coqueteaban entre ellos. Regresé a mi
ligar, caliente, pero estaba ocupado por un joven, maduro, era libanes, sus
facciones lo delataban.
En la barra había ya otros dos
hombres bailando, me había tomado tiempo salir del baño. Pase derecho hasta encontrar
unas escaleras, arriba había un cuarto de lado de un letrero: “camerino”. Pensé
mal y dije << Es ahí, donde se dan los privados >>. Entré muy
confiado de encontrar algo más entretenido, pero veo un montón de hombres
fumando a oscuras, viendo una película porno. Se abre la puerta atrás mío, y
entra el primer stripper frotándose las
manos, en bóxer.
Le invito un cigarro y lo
enciende conmigo, sin hablar lo estudie detenidamente, él sonreía. Le pregunté
que si hacían privados, él contestó que no se permite eso, no podían aceptar
privados. Pensé: << ¿Y qué tal salir juntos del antro? >>, no lo
dije, sólo lo miraba.
-Bailas muy bien, allá arriba,
eres guapo y tienes buen cuerpo- sonreí.
Se fue, dijo que tenía que hacer
un show todavía, en un rato, se despidió, <<Nos vemos en un rato>>.
Terminé el cigarro, lento. Concentré la mirada en la película al fondo, y las
piernas de actor me recordaron las del futbolista, se me prendió la pinga. Salir
directo a la barra y pedí otra cerveza, quién sabe cual era. Volví al centro de
la barra y me incorporé al número, que estaba acabando.
La gente ahí no baila nada, todos
están parados, bebiendo, mirando, el trato es muy frío, pero el ambiente
caliente, regresé al baño y de entrada un chico en plena mamando a otro, a dos
manos. Estaba congestionado, entonces me estacioné en un sitio, viendo pasar. A
mi lado estaban dos hombres altos, uno corpulento otro más bien marcado, flaco;
por detrás un mano que me rosa las nalgas y por delante otra me toca la
entrepierna. Con los brazos me levanté la playera.
Uno me desabrochaba el cinturón y
otro me lamía el dorso, uno me la sacaba y el otro me acariciaba. Calentamos un
poco, pero se arrepintieron, todavía era temprano. Justo enfrente de nosotros
los chicos que estaban antes en la entrada, estaban teniendo un orgasmo exprés.
Mientras uno se la metía toda, el otro inhalaba de un frasco café, fue tan
intenso y excitante verlos ahí, en el centro, gozando. Todos queríamos también.
Las cosas se iban calentando a fuego lento, por las tinieblas se veían
fogonazos de calentura. Muy pocos hacían del baño, pero todos se detenían.
Salí a la barra y pedí otra
cerveza, estaba muy excitado, hoy cualquier cosa podría pasar, lo que fuera,
con quien fuera, salgo y descubro a mi gigoló en bailando, sin ropa, le estiro
la mano y se acerca, se agacha y me dice << ¿La quieres? >> Cuando
me la pone en la mano, la tenté y estaba firme, la estrujé y se puso dura, con
la cabeza asentaba, “sí” de arriba abajo con una sonrisa. Se para y me mueve
las nalgas.
Observo cómo termina el número,
pero estaba vez no se despide, sale corriendo al camerino, justo a la entrada
buscó mi mirada y me hizo una seña: << Espérame >>. Terminé mi
cerveza y pedí un tequila derecho, lo tomé de un trago y un golpe en la mesa, regresé
al baño. Entré esta vez sin playera, con el cinturón abierto con una cosa en la
mente, ¿qué tal un rapidito? Claro que
sí; me estacioné en el mismo lugar o cerca, ahí estaba mi suerte, nadie se
acercaba, cuando veo un tumulto en lo más oscuro.
Era un orgía, todos estaban tomados
de otros dos, no sabía cómo; bocas, manos, piernas, nalgas, manos y más manos, se
entrelazaban sincronizados. Uno más no vendría mal, y me acerque envalentonado,
me colé entre dos de los cuales no recuerdo sus caras o la forma de sus
cuerpos, era un espacio vacío, de probabilidades inmensas. Estaba a punto de
venirme entre el toqueteo y me arrepentí, la noche todavía no moría.
Fui al mingitorio a orinar la excitación,
sonreía mientras miraba el techo. Salí del baño y al fondo, veo una mano
arriba, había pocas personas en el lugar. Estaba vestido, me pareció más flaco
pero igual de cachondo. – Me llamo Manuel ¿y tú? – Soy Némesis dije y se
carcajeo. Pensó que le mentía, no me importó. Se sorbió un varo de agua entero,
con un tiro de cabeza me insinúa que si nos vamos.
Recogí mi chamarra, todavía olía
a fragancia, salgo del lugar y Manuel me está esperando en un taxi, con la
puerta abierta. Subo al auto y nos besamos, el taxi se arranca.
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